Faltó espíritu

Llegó, vio y venció, que no arrasó. Lou Reed pasó por Barcelona y su visita sirvió para aquello que estaba previsto: dar lustre a un festival independiente como el BAM, que este año se marcaba un guiño generacional para el cual el Ayuntamiento sí encontró presupuesto. Desde luego no hay nada como ser un artista generacional para ablandar cuentas y aflojar bolsillos, por demás controlados por personas que vivieron con estas estrellas sus años menos presupuestados. Al final casi todos contentos, Lou Reed incluido, y un BAM arrancando en loor de multitudes y con estrellón gratuito. Claro que la ...

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Llegó, vio y venció, que no arrasó. Lou Reed pasó por Barcelona y su visita sirvió para aquello que estaba previsto: dar lustre a un festival independiente como el BAM, que este año se marcaba un guiño generacional para el cual el Ayuntamiento sí encontró presupuesto. Desde luego no hay nada como ser un artista generacional para ablandar cuentas y aflojar bolsillos, por demás controlados por personas que vivieron con estas estrellas sus años menos presupuestados. Al final casi todos contentos, Lou Reed incluido, y un BAM arrancando en loor de multitudes y con estrellón gratuito. Claro que la gratuidad implica deficiencias, por ejemplo las que hubieron de padecer quienes no siguieron de cerca el recital y debieron contentarse con mirar las pantallas e intuir un sonido insuficiente para ser disfrutado. Para más inri, los miedos del equipo de Lou Reed obligaron a la organización a poner sillas, iniciativa que se reveló como un sinsentido que en sí mismo resultaba más peligroso que brindar el acceso libre al espacio. Por suerte emergió el sentido común de un público que acostumbra a estar por encima de todo el mundo, managers y promotores incluidos, y no pasó nada. Y el público también estuvo la otra noche por encima incluso de un Lou Reed que, lejos de ofrecer el recital mágico que prometían las circunstancias, se limitó a interpretar rutinariamente un repertorio de clásicos infalibles al que le faltó profundidad e intensidad. Y no fue, desde luego, porque las versiones fuesen acústicas, sino porque los arreglos y la interpretación, lineal y monótona, no invitaban al vértigo. Así las cosas, Lou tiró de leyenda, leyenda que resultó chispa insuficiente para prender la enorme pira emocional en la que se había convertido la avenida de la Catedral. Lou perdió su oportunidad. Y por supuesto, el debate ya está abierto, ¿aburrió Lou Reed o es que el público no puso la mística suficiente para paladear sus canciones? La respuesta parece clara, no es probable que Lou ganase muchos fans en la catedral. Por el Moll de la Fusta pasaron propuestas menos populares que en su conjunto depararon una buena noche de BAM. Entre el lirismo con violín de Love of Lesbian, el descaro post-grunge / post-indie de Örn y la veteranía de Parkinson DC se cerró la primera parte de la sesión. Para el final quedó lo más irregular; es decir, unos Amphetamine Discharge que tienen una buena canción y unos Punish Yourself que se pintaron los cuerpos como si fuesen brujos devoradores de peyote. Lástima que un recital no se pueda mantener con una canción ni solamente con maquillaje.

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