Tribuna:

Función X

La Maestranza es como un descomunal ombligo capaz de devorar a ilustres hijos. El coso, magnánimo y rendido ante el éxito de Salvador Távora tras la representación de Carmen con toro de verdad, fue inclemente con el corneta solista porque no le sonó la flauta. El mayor bochorno para una corneta solista es que vayas a la Maestranza, ese descomunal ombligo, y no te suene la flauta y te salga algo así como un tararí tocado a pleno pulmón por un tísico. Una pasada, la verdad. Porque va la gente y se ríe. Miles de carcajadas de pulmones sanísimos cachondeándose de que tu corneta parezca tísica. Deb...

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La Maestranza es como un descomunal ombligo capaz de devorar a ilustres hijos. El coso, magnánimo y rendido ante el éxito de Salvador Távora tras la representación de Carmen con toro de verdad, fue inclemente con el corneta solista porque no le sonó la flauta. El mayor bochorno para una corneta solista es que vayas a la Maestranza, ese descomunal ombligo, y no te suene la flauta y te salga algo así como un tararí tocado a pleno pulmón por un tísico. Una pasada, la verdad. Porque va la gente y se ríe. Miles de carcajadas de pulmones sanísimos cachondeándose de que tu corneta parezca tísica. Debió ponerse grana, el pobre, aunque no se notó porque repitió varias veces. Para mí que esta ópera fue un poco rara. La Maestranza parecía una nave de época repleta de misterios insondables. O la máquina de H. G. Wells, dispuesta a garantizar la convivencia entre ideales decimonónicos y ambiciones del XXI. Por haber había hasta un porrón de expedientes equis, lo único que explica lo del corneta solista. Otro poner fue la desaparición de Tomatito. El tocaor almeriense, que ama los caballos casi tanto como a las guitarras, escrutó con ojo crítico las cabalgaduras de los rejoneadores Luis y Antonio Domecq, cuchicheó con su compañero de grada al apagarse las luces para reanudar la función y se esfumó. ¿Succionado? Los silencios y el niño. ¿Acaso no es para llamar a la agente Scully con urgencia?. A ese infante tierno que lloriqueaba desde la grada a moco partido, mientras Carmen (Lalo Tejada) coqueteaba con su desgracia, parecía haberlo atravesado una tarántula televisiva. Sólo el misterio explica que un inocente no disfrutara en condiciones normales con las dos horas y media y un pico de función. Y Mar Flores, una cigarrera de la alta costura, que dicen que fue. Távora debería consultar con Fox Mulder si la modelo-novia-actriz aspira a taconearle el seso a un francés estilizado en una nueva versión de Carmen. Otro fenómeno paranormal fue el consejero de Medio Ambiente, José Luis Blanco. No el consejero claro, que tiene un aspecto como todo el mundo. Más bien su felicidad a la salida del espectáculo. A pesar del enlodamiento que sufrió la Casa Rosa, departía con aire feliz, como si regentara un puesto de margaritas en la avenida de la Palmera. No sé. A lo mejor también ha sido abducido.

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