Experiencia propia

Con el ruego de publicación para disipar dudas sobre la ópera y a propósito del reportaje publicado el día 23 en EL PAÍS sobre los 22 montajes de ópera que se propone realizar en el teatro Calderón el señor José Luis Moreno, y en los que la periodista expresa las cautelas y asombro de especialistas reconocidos en el tema, quiero exponer a usted mi experiencia en la temporada del año pasado refiriéndome solamente a la ópera Tosca.Al tenor, por cierto, tan mediocre, como casi todo el resto de cantantes que contrata el señor José Luis Moreno, no se le ocurrió mejor solución para salvar su actuaci...

Con el ruego de publicación para disipar dudas sobre la ópera y a propósito del reportaje publicado el día 23 en EL PAÍS sobre los 22 montajes de ópera que se propone realizar en el teatro Calderón el señor José Luis Moreno, y en los que la periodista expresa las cautelas y asombro de especialistas reconocidos en el tema, quiero exponer a usted mi experiencia en la temporada del año pasado refiriéndome solamente a la ópera Tosca.Al tenor, por cierto, tan mediocre, como casi todo el resto de cantantes que contrata el señor José Luis Moreno, no se le ocurrió mejor solución para salvar su actuación (probablemente en complicidad con el director de orquesta, claro, y con el de escena) que abstenerse de cantar la romanza del acto final Lucevan le stelle, más conocida popularmente como Adiós a la vida, que, como es bien sabido, constituye, junto a Recóndita armonía, el buque insignia de la ópera Tosca.

Algo realmente asombroso que, si no fuera porque quizá es un caso único en la historia de la ópera, pasaría a ser un esperpento más de los que el señor Moreno nos tiene acostumbrados en televisión.

Pero la ópera nada tiene que ver con las ordinarieces de televisión, sino más bien, en este caso, con un desprecio hacia la música y a sus aficionados.

En semejantes condiciones, el señor Moreno podría montar no ya 22 óperas, sino 200 o 300 por temporada bien remozadas de oportunismo cínico e ignorancia.-