TOROS

Más de mil mozos corrieron en el segundo encierro de San Sebastián

En el segundo encierro y la posterior suelta de vaquillas de San Sebastián de los Reyes celebrados ayer hubo dos destapes. El primero duró dos minutos y 10 segundos, el tiempo que tardaron los seis toros de la ganadería de Sotillo Gutiérrez en recorrer, agrupados, los 624 metros de la manga. El mismo lapso lo emplearon los corredores en demostrar, a propios y a ajenos, que cada vez les duelen menos prendas para meterse en el trayecto y acompañar a la manada. Y es que una de las comidillas de la mañana fue, precisamente, el aumento visible de participantes con respecto al día anterior, por enci...

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En el segundo encierro y la posterior suelta de vaquillas de San Sebastián de los Reyes celebrados ayer hubo dos destapes. El primero duró dos minutos y 10 segundos, el tiempo que tardaron los seis toros de la ganadería de Sotillo Gutiérrez en recorrer, agrupados, los 624 metros de la manga. El mismo lapso lo emplearon los corredores en demostrar, a propios y a ajenos, que cada vez les duelen menos prendas para meterse en el trayecto y acompañar a la manada. Y es que una de las comidillas de la mañana fue, precisamente, el aumento visible de participantes con respecto al día anterior, por encima del millar.Este desnudo de entusiasmo y ganas de correr no viró, sin embargo, el rumbo afortunado que, al menos de momento, han tomado los encierros de San Sebastián de los Reyes en lo que a incidentes se refiere.

Lesiones leves

En la carrera de ayer sólo se registraron tres participantes contusionados por golpes y caídas, dos en la calle de la Estafeta y uno en la calle Real. Todos ellos presentaban lesiones leves y fueron atendidos en los puestos sanitarios repartidos a lo largo del recorrido.

El segundo destape tuvo como escenario el albero de la plaza de toros, durante la tradicional suelta de vaquillas posterior al encierro. Duró menos pero tuvo más chicha. A eso de las 8.45, un mozo ataviado con un pantalón de chándal cosido con corchetes recortó a una vaquilla pero el pase le salió corto y el animal le regaló un generoso revolcón.

En el rifirrafe, el pantalón se desabrochó y el mozo, ajeno al percance, se levantó torero y ufano y encarando al bicho sin darse cuenta de que ofrecía al respetable la imagen sin tapujos de cómo vino al mundo. La ovación eufórica y jocosa del público retumbó en 50 metros a la redonda. Alguno llegó a pedir las dos orejas para el improvisado diestro desprovisto de taleguilla.

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