Tribuna:

Quebec como problema

El Tribunal Supremo del Canadá ha emitido sentencia sobre el caso de Quebec, y, como cabía esperar, ha dejado las cosas como estaban: ni la Constitución ni el Derecho Internacional amparan una secesión de la provincia, pero si los quebequeses de forma "inequívoca" y en "clara mayoría" decidieran no pertenecer al Canadá, el propio espíritu constitucional reclamaría una negociación de las partes que abriera la vía a la secesión. Todo muy correcto y muy sencillo, como debe ser, pues en materia constitucional la sencillez, flexibilidad y adecuación a la voluntad de las gentes es lo que debe preval...

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El Tribunal Supremo del Canadá ha emitido sentencia sobre el caso de Quebec, y, como cabía esperar, ha dejado las cosas como estaban: ni la Constitución ni el Derecho Internacional amparan una secesión de la provincia, pero si los quebequeses de forma "inequívoca" y en "clara mayoría" decidieran no pertenecer al Canadá, el propio espíritu constitucional reclamaría una negociación de las partes que abriera la vía a la secesión. Todo muy correcto y muy sencillo, como debe ser, pues en materia constitucional la sencillez, flexibilidad y adecuación a la voluntad de las gentes es lo que debe prevalecer. La noticia incluye detalles que en otro tiempo nos hubieran cautivado, pero nuestra capacidad de digerir acontecimientos es limitada y comenzamos a estar ya algo cansados de mirar al exterior mientras la casa sigue sin barrer. Uno hubiera evitado el asunto si no fuera porque el viaje de Irlanda a Quebec cuesta tan sólo 2 libras y 10 chelines (o eso costaba en 1830 para los irlandeses que emigraban a Estados Unidos), y habrá quienes lo hagan sin dudarlo. Desde Irlanda a Quebec para seguir con la política como fantasía (con todo lo que hay por hacer). Embarcados en la Declaración de Barcelona, cuestionado el modelo autonómico (está agotado, dicen), los nacionalistas del PNV, CiU y BNG preparan el próximo encuentro de Bilbao. De modo que permítanme reparar en dos cuestiones de la sentencia y detenerme en algunos detalles sobre Quebec y Canadá que estimo de interés. En la sentencia se habla de otros valores constitucionales más allá de la mera soberanía, sea ésta de quien fuere (federalismo, democracia, ley, minorías), y de estrechos lazos de interdependencia. Todo ello decaería con la escisión. Por otro lado si se reconociera un cuerpo de soberanía plena a Quebec, se dice, existiría otro cuerpo -el resto del Canadá-, con personas y proyectos de vida concretos, cuyas expectativas, intereses y sentimientos se verían igualmente afectados con un cambio de ese orden, por lo que deberían ser también consultados. Debieran meditar sobre ello quienes piensan sólo en términos soberanistas o ven la Constitución como un pacto de partes. Y permítanme anotar telegráficamente algún detalle de su historia y actualidad. Canadá, la Nueva Francia, Quebec -pues se confunden en sus inicios-, surge del esfuerzo colonizador de los franceses desde el siglo XVI. Se consolida en pugna con las Cinco Naciones Iroquesas, desplazando a diferentes pueblos amerindios. A finales del XVIII, adquiere personalidad protegido por la corona británica (ley de Quebec, 1774) contra el dinamismo de las Trece Colonias (luego EE UU), que intentarán la invasión en 1812, 1866 y 1870. En 1867, se transforma en Confederación justamente para frenar los afanes expansionistas de EE UU. Sólo en 1920 (Estatuto de Westminster) logra una independencia plena y en 1982 su Constitución (ajustada para los francófonos en Meech, 1990). Quebec está, pues, en los orígenes de Canadá, que tiene una trayectoria compartida, es mayoritariamente católica a pesar de los anglicanos del XIX, y está asentada en tierras quitadas a los indígenas, protegidos por el Gobierno federal desde 1950 (los cree, hurones e inuit, en el propio Quebec). ¿Cómo romper unilateralmente el proyecto canadiense (se aspira a la separación para la inmediata integración)? ¿Qué hacer con las tierras y los derechos indígenas? Pero, sobre todo, ¿cuál es la mayoría cualificada que puede iniciar el proceso?, ¿el 50%? El Bloque Quebequés, independentista, ha bajado del 49,3% en las elecciones de 1993 al 38% en las de junio de 1997. ¿Qué hacer si se hubiera iniciado el proceso de separación en 1995? Por lo demás, Montreal, la mayor y más plural ciudad del Quebec, es claramente contraria a la secesión. ¿Tendría opción a su propia segregación a favor del Canadá? En fin, un galimatías irresoluble al modo de la fórmula austrohúngara de 1866: Hungría adquiría la condición de reino a costa de eslavos o checos. Seguramente, esa incertidumbre constitucional de base étnica está generando mayor perjuicio del que trata de solventar. Tomemos nota y hagamos los deberes.

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