Fallece, a los 90 años, el escultor surrealista Leandre Cristòfol

El escultor surrealista Leandre Cristòfol falleció ayer en Lleida a los 90 años de edad tras varios años de larga enfermedad. Cristòfol, que se mantuvo siempre alejado de los circuitos artísticos tradicionales, estaba considerado un vanguardista intuitivo cuya obra, aunque pionera en el campo de la abstracción a principios de los años treinta, no se recuperó para las jóvenes generaciones hasta mediados de los setenta. El funeral se celebra hoy, a las 12.30 horas, en la parroquia de su población natal, Os de Balaguer (Noguera)

"Admiraba mucho a Cristòfol porque fue uno de los primeros e...

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El escultor surrealista Leandre Cristòfol falleció ayer en Lleida a los 90 años de edad tras varios años de larga enfermedad. Cristòfol, que se mantuvo siempre alejado de los circuitos artísticos tradicionales, estaba considerado un vanguardista intuitivo cuya obra, aunque pionera en el campo de la abstracción a principios de los años treinta, no se recuperó para las jóvenes generaciones hasta mediados de los setenta. El funeral se celebra hoy, a las 12.30 horas, en la parroquia de su población natal, Os de Balaguer (Noguera)

"Admiraba mucho a Cristòfol porque fue uno de los primeros en hacer escultura abstracta y porque su trabajo sigue aguantando el paso del tiempo", afirmaba ayer el artista y poeta Joan Brossa. "Era una persona solitaria que se enorgullecía de que podía enseñar toda su obra porque nunca había vendido nada. En este sentido, era un artista puro que entendía el arte como un acto de libertad". A juicio del escultor Jaume Plensa, "Cristòfol era una gran escultor cuya principal cualidad era la diversidad de su trabajo". Leandre Cristòfol nació en 1908 en el pueblo leridano de Os de Balaguer en una familia campesina. A los 14 años se trasladó a Lleida para aprender el oficio de carpintero y ebanista, calificativos con los que continuó definiéndose a sí mismo hasta el final de su vida. Compaginó este aprendizaje con los estudios de dibujo artístico que le acabaron orientando hacia la escultura, especialidad en la que destacó a escala internacional. Considerado una de las figuras pioneras del surrealismo escultórico español, ha participado en numerosas exposiciones y su obra está representada en diversos museos, entre ellos el Reina Sofía de Madrid y el Museo Nacional de Arte de Cataluña (MNAC). En 1933 escribía: "He iniciado un camino hacia nuevas formas; camino en el que creo encontrarme en el principio del principio". No exageraba, ya que había conseguido dar vida a la obra Del aire al aire, considerada por algunos especialistas una de las mejores creaciones surrealistas. El elemento rural estuvo presente en sus orígenes artísticos y sus figuras se caracterizaban por la simplificación del volumen y su expresividad. En aquella época, mediados de los años treinta, entró en contacto con los núcleos vanguardistas de Lleida, Barcelona y, a través de Benjamin Péret, de París. Participó en exposiciones del movimiento surrealista en Tokio y París. Colaboró en la revista Art, de Lleida, en el grupo Adlan y fue uno de los firmantes del Manifiesto lógicofobista. La guerra civil y su internamiento durante un año en campos de concentración en Francia y Marruecos le desconectaron de los movimientos artísticos de vanguardia. Entre 1941 y 1946 vivió en Barcelona, ciudad en la que no consiguió exponer sus obras hasta 1950 en el III Salón de Octubre. Aquella exposición le abrió las puertas al reconocimiento internacional pese a ser silenciado por el franquismo. Su redescubrimiento se produjo a mediados de los años setenta, cuando la resistencia cultural se impuso a las formas oficiales del antiguo régimen. A lo largo de su trayectoria, Cristòfol compaginó la técnica figurativa y la no figurativa. Sus inicios fueron completamente figurativos y reflejan vivencias del entorno rural de su niñez. Después evolucionó por los caminos de la abstracción y otras corrientes de vanguardia. El aspecto que más destacaba de su personalidad era la sencillez. Persona humilde, genial, introvertida, autodidacta, entregada al trabajo diario y con un gran sentido del humor, Leandre Cristòfol quiso siempre pasar por la vida y por el arte de puntillas y sin estridencias. Lo consiguió. Le costaba encontrar palabras para definir su obra, íntima y lírica a la vez: "Es algo cerebral y el resultado de la sensibilidad". En 1987 donó parte de su obra, conservada en el MNAC, al Ayuntamiento de Barcelona a cambio de una pensión vitalicia y en 1990 realizó otra donación al Ayuntamiento de Lleida, que en 1995 le dedicó una sala de exposiciones permanente para mostrar sus obras. En sus últimos años recibió diversos homenajes y honores.

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