La Hispalense redacta un manual para perfeccionar el trabajo de los profesores

El Instituto de Ciencias de la Educación de Sevilla acaba de concluir un manual para mejorar el trabajo de los profesores. El cuaderno del buen docente, que servirá de guía para los profesores noveles o para aquéllos que necesiten un reciclaje, se ha redactado con las aportaciones de los 25 profesores a los que sus alumnos dieron mejor nota en la última evaluación del profesorado que se hizo en todos los centros de la Hispalense en 1994. Este estudio, dirigido por Víctor Álvarez, trata de señalar las claves del arte de enseñar que consigue el reconocimiento general del alumnado y que redunda e...

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El Instituto de Ciencias de la Educación de Sevilla acaba de concluir un manual para mejorar el trabajo de los profesores. El cuaderno del buen docente, que servirá de guía para los profesores noveles o para aquéllos que necesiten un reciclaje, se ha redactado con las aportaciones de los 25 profesores a los que sus alumnos dieron mejor nota en la última evaluación del profesorado que se hizo en todos los centros de la Hispalense en 1994. Este estudio, dirigido por Víctor Álvarez, trata de señalar las claves del arte de enseñar que consigue el reconocimiento general del alumnado y que redunda en la mejora de la calidad docente.

Los 25 profesores que participan en el estudio obtuvieron de sus alumnos una nota superior a cuatro, representan todos los niveles profesionales universitarios -hay tres catedráticos, 11 titulares de universidad, cinco titulares de escuelas universitarias, cinco asociados y un ayudante- y tenían en sus clases en el momento de ser evaluados un número de alumnos similar a la media de su Facultad. Estos profesores no aportan fórmulas mágicas en el cuaderno elaborado pero se pueden encontrar técnicas, estrategias y formas de concebir la docencia que pueden servir de ayuda para aquéllos que no consiguen una buena sintonía con los estudiantes. Porque, a decir de alguno de estos docentes, la clave está en establecer una comunicación más cercana con el alumno e involucrarse en sus preocupaciones. El estudio da por hecho que el alumno diferencia entre una mejor y peor actuación del profesor, puesto que es el que aprende, y concluye que no hay un solo modelo de calidad, pero aporta algunas fórmulas. En cuanto a la profesionalidad, estos profesores entienden que para impartir una buena clase es necesario tener un dominio de los conocimientos pero será importante la dedicación y la preparación previa de las clases, así como una dosis de innovación. El informe destaca asimismo, la necesidad de que el docente conozca las características y necesidades del alumnado, sus motivaciones, carencias formativas y la necesidad de acogida de aquéllos que se enfrentan por vez primera a las aulas universitarias, así como la coordinación entre profesores a la hora de elaborar el trabajo que deben desarrollar los alumnos. Además de las destrezas docentes clásicas, claridad expositiva, buena argumentación y habilidad para la comunicación con el alumnado, entre otras, el informe no pasa por alto ese factor difícilmente evaluable y mucho menos transmisible, que llaman arte, el arte de enseñar, una mezcla entre la vocación, el entusiasmo personal y la puesta en escena. El alumno, según el estudio, debe percibir del profesor un método de evaluación claro que algunos profesores explican con una sencilla frase: "Cumplir lo que se les promete". El director del Instituto de Ciencias de la Educación (ICE), Andrés Ortega, explicó la importancia de este estudio que se enmarca "en estos tiempos en los que no se valora suficientemente el esfuerzo y la dedicación docente y en los que los términos evaluación, calidad total y eficiencia empiezan a sonar con fuerza en la universidad". Ortega dio algunos datos sobre fracaso académico: "En el curso 95/96 la proporción de universitarios que finalizaron sus estudios fue menor del 10% de los matriculados; un 32% los terminan con un retraso de un curso y medio y el 28% abandona la carrera después de perder una media de 2,8 años en la universidad". A juicio de Ortega, los datos hablan de un grave problema de eficiencia docente y de un sistema que no responde o lo hace lentamente, a los retos del mercado de trabajo. Las comisiones de docencia "han puesto de manifiesto que el sistema universitario no estaba preparado para experiencias singulares", explicó Ortega, quien añadió que uno de los escollos más importantes ha sido "la poca conciencia crítica de los estudiantes que se centran en el aprobado inmediato y renuncian a cualquier aspiración de mejora docente".

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