El príncipe Carlos

El señor Peregrín, en su carta del 17 de junio de 1998, utiliza argumentos peregrinos para desacreditar al príncipe de Gales, y considera que sus preocupaciones por la ecología, la arquitectura y las bellas artes son simples excentricidades que dejan sin cuidado al conjunto de la ciudadanía. El señor Peregrín está equivocado en sus manifestaciones, pues precisamente las susodichas inquietudes que manifiesta el príncipe Carlos son los rasgos que mejor le definen y los que concuerdan más positivamente con la sociedad británica. Si bien es cierto que el heredero inglés no se ha destacado por la e...

El señor Peregrín, en su carta del 17 de junio de 1998, utiliza argumentos peregrinos para desacreditar al príncipe de Gales, y considera que sus preocupaciones por la ecología, la arquitectura y las bellas artes son simples excentricidades que dejan sin cuidado al conjunto de la ciudadanía. El señor Peregrín está equivocado en sus manifestaciones, pues precisamente las susodichas inquietudes que manifiesta el príncipe Carlos son los rasgos que mejor le definen y los que concuerdan más positivamente con la sociedad británica. Si bien es cierto que el heredero inglés no se ha destacado por la ejemplaridad y el virtuosismo en el desempeño de su deber, sí es verdad que muestra interés por temas latentes de la sociedad, como las personas sin hogar, los discapacitados y enfermos, el futuro de los jóvenes, la salud pública en los nuevos tiempos ante los riesgos que acontecen a las especies animales y vegetales, etcétera.Durante algunos años el comportamiento del príncipe Carlos no se ha destacado por la dignidad propia de un futuro rey, pero merece el perdón y la oportunidad de rectificación, que da sus frutos en su política de acercamiento a sus futuros súbditos y prepara su reinado para bien entrado el siglo XXI. Cuando le llegue el momento de ceñir la Corona, Inglaterra tendrá un buen rey preparado y capaz para recorrer los designios que le depare la historia.-