Tribuna:

Materia

La humanidad entera es un sujeto pensante: miles de millones de cerebros individuales, tantos como seres racionales hay en el mundo, expelen hacia la atmósfera un fluido magnético y éste va impregnando el universo de todo cuanto las personas conciben. Eso que se llama espíritu es una salsa bien trabada que se compone de ínfimas partículas. Todo es una materia continua. El vacío no existe. El pensamiento está formado por elementos físicos infinitamente pequeños cuya carga magnética tiende a dispersarse en el espacio. Del mismo modo que el mármol insigne de la Venus de Milo puede descomponerse e...

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La humanidad entera es un sujeto pensante: miles de millones de cerebros individuales, tantos como seres racionales hay en el mundo, expelen hacia la atmósfera un fluido magnético y éste va impregnando el universo de todo cuanto las personas conciben. Eso que se llama espíritu es una salsa bien trabada que se compone de ínfimas partículas. Todo es una materia continua. El vacío no existe. El pensamiento está formado por elementos físicos infinitamente pequeños cuya carga magnética tiende a dispersarse en el espacio. Del mismo modo que el mármol insigne de la Venus de Milo puede descomponerse en átomos y éstos ya no se distinguen de los que provienen de una escultura de cualquier artista detestable, así un verso memorable, un aforismo deslumbrante, la meditación del más profundo de los filósofos, al reducirse a partículas infinitesimales, forman en la atmósfera una misma amalgama con todas las idioteces que se le ocurren a los cretinos. Esa sopa conjunta que flota sobre nuestras cabezas es el pensamiento de la humanidad y está por ver si la masa magnética formada por miles de millones de cerebros es racional o se expande por el universo con un destino ciego. Si el pensamiento es materia, sin duda estará lleno de de virus y bacterias contaminantes. Si la descarga mental de cualquier imbécil se asemeja a una nube radiactiva se entiende por qué a veces la cultura es irrespirable. Estamos compuestos con los desechos de los demás. Y a la vez, los propios desperdicios alimentan al resto del género humano. En eso consiste la mística. Pero hoy la mística se realiza por Internet. Este sistema reduce a un solo pensamiento, deseo o sentimiento todo cuanto producen miles de millones de cerebros individuales. La electrónica ha sustituido al espíritu. Internet está creando el alma de la humanidad, una sopa donde en forma de electrones flota todo, desde los versos de Homero hasta el último juego de comecocos. Internet se ha inventado para hacer con ellos una sola sustancia.

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