Falta política
LOS SOCIALISTAS están dilapidando el capital político adquirido con el éxito de las primarias y la elección de José Borrell. Al error de planteamiento del candidato en el debate sobre el estado de la nación le ha sucedido el pleito interno a cuenta de la candidatura de Cristina Almeida a la presidencia regional madrileña. Sobre lo primero, Borrell reconoció bastante rápidamente su error -consistente sobre todo en despreciar al adversario- y tendrá oportunidad de rectificar. La crisis madrileña también se ha desarrollado cuando aún hay tiempo para corregir los vicios de funcionamiento que ha re...
LOS SOCIALISTAS están dilapidando el capital político adquirido con el éxito de las primarias y la elección de José Borrell. Al error de planteamiento del candidato en el debate sobre el estado de la nación le ha sucedido el pleito interno a cuenta de la candidatura de Cristina Almeida a la presidencia regional madrileña. Sobre lo primero, Borrell reconoció bastante rápidamente su error -consistente sobre todo en despreciar al adversario- y tendrá oportunidad de rectificar. La crisis madrileña también se ha desarrollado cuando aún hay tiempo para corregir los vicios de funcionamiento que ha revelado, pero, si no es así, el impulso de las primarias se agotará sin remedio.Borrell dijo ayer que si se le sigue manteniendo al margen de decisiones como la del pacto con Nueva Izquierda para Madrid habrá que ir a un congreso extraordinario. Algo que en principio nadie (excepto el guerrismo) considera deseable y cuya celebración no es seguro que sirva para resolver los problemas: es bastante factible que en un proceso congresual -que funciona con claves diferentes a las de elección directa de un candidato- ganase Almunia. Con lo que podrían encontrarse con un secretario general vencido en las primarias y un candidato desautorizado en un congreso extraordinario.
Desde hace semanas, los mensajes internos en el seno del PSOE se imponen a los dirigidos a la sociedad. Y el más reiterado de estos últimos se limita a proclamar que lo importante es ganar las elecciones. Hace algunos años, un mensaje tan escueto habría ofendido a los que ahora lo emiten, y de hecho ése era uno de los reproches al Partido Popular de Aznar-Álvarez Cascos: que sólo querían ganar como fuera, sin decir qué pensaban hacer cuando gobernasen. El electorado de izquierda y centro-izquierda tiene derecho a saber para qué quiere ganar el PSOE. Sería de esperar que tras la fórmula Almeida haya algún proyecto político y no sólo el resultado de un sondeo que demuestra la popularidad de la candidata. El público espera razones. Porque si lo que se quería era unidad de la izquierda -con IU-, no es completamente seguro que Almeida sea la mejor candidata; y si lo que se pretende es recuperar el voto de centro que respaldó a Ruiz-Gallardón, es discutible.
La discusión organizativa tampoco ha rayado a gran altura. Que Guerra quiere un congreso extraordinario -poniendo sus fuerzas al servicio de Borrell- es una hipótesis plausible. Pero que la forma de contrarrestar ese intento sea recordarle, por boca de Ciscar, que «tiene la obligación de ser muy respetuoso con la dirección», dado lo «generoso que el partido ha sido» con él, resulta una advertencia de insuperable aroma guerrista. Se esperaba algo diferente.
La bicefalia puede funcionar a condición de que existan reglas claras. Borrell es mucho más que un empleado con contrato temporal, amenazado de despido si pierde las elecciones. Si existe algún malentendido, que se aclare. Un candidato a la presidencia no puede ser alguien a quien se le informa de lo acordado, sino un elemento clave en la toma de decisiones. Dado que la figura del candidato no estaba prevista en el anterior congreso, es comprensible que surjan disfunciones. Pero se pensaba que eso es lo que había resuelto el acuerdo Almunia-Borrell. Todavía están a tiempo de hacerlo en el encuentro que ambos mantendrán hoy.