Entrevista:

"Para las actuaciones en patrimonio no hay recetas ni fórmulas"

El arquitecto Francisco Torres (Sevilla, 1948) tiene ya, después de 28 años de profesión, muchos sueños construidos. Esos trabajos, enormes y lujosos, como la nueva sede de la Consejería de Cultura en el palacio de Altamira; o modestos pero bellos, como las viviendas públicas que ideó para Carmona, pueden contemplarse juntos en una muestra. La exposición, que estará abierta hasta el 31 de mayo en el pabellón de Finlandia de La Cartuja, es la primera de una serie que ha organizado la Demarcación de Sevilla del Colegio Oficial de Arquitectos de Andalucía Occidental. Torres, que ha firmado la nue...

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El arquitecto Francisco Torres (Sevilla, 1948) tiene ya, después de 28 años de profesión, muchos sueños construidos. Esos trabajos, enormes y lujosos, como la nueva sede de la Consejería de Cultura en el palacio de Altamira; o modestos pero bellos, como las viviendas públicas que ideó para Carmona, pueden contemplarse juntos en una muestra. La exposición, que estará abierta hasta el 31 de mayo en el pabellón de Finlandia de La Cartuja, es la primera de una serie que ha organizado la Demarcación de Sevilla del Colegio Oficial de Arquitectos de Andalucía Occidental. Torres, que ha firmado la nueva Estación de Autobuses de Granada o el Mercado de Frutas de Linares (Jaén), será el primero de un programa que quiere dar a conocer la obra de los mejores arquitectos sevillanos. Pregunta. Usted ha rehabilitado edificios con valor arquitectónico e histórico, ¿Qué fórmula aplica para que su obra conviva con lo que ya existía anteriormente? Respuesta. Para las actuaciones en el patrimonio no hay recetas ni fórmulas. Yo soy poco partidario de ir acumulando testigos. Es como si los médicos, cada vez que operaran, dejaran huellas de sus intervenciones. Para los aficionados a la medicina puede ser interesante, pero a la mayoría no les haría ninguna gracia. En las rehabilitaciones hay que dejar las huellas suficientes para los profesionales y los interesados puedan reconocer la construcción de cada época; pero, a la vez, a la gente normal le tiene que dar la sensación de que el edificio está entero. P. En este sentido, ¿cuál es la obra más complicada con la que se ha enfrentado? R. El Palacio de Altamira que se comenzó en 1988 y se ha acabado el año pasado. El edificio, como muchos palacios de Sevilla había sido abandonado por sus propietarios y un administrador lo había alquilado como casa de vecinos desde el siglo XIX, por lo que se subdividió mucho y mal. Los trabajos de arqueología han deparado muchas sorpresas desde los restos mudéjares del siglo XIV. Hemos tenido que buscar soluciones sobre la marcha porque nadie sabía con lo que nos íbamos a encontrar. P. ¿A quién prefiere cómo cliente a la Administración o a los particulares? R. La ventaja de que te encargue una obra la Administración es que deposita la confianza en tí. Te exigen una documentación muy compleja pero, además de que resuelvas la cuestión práctica, piden arquitectura. Mi experiencia con los particulares es menor. En los mercados de promoción de viviendas no buscan arquitectos, sino gente que se atenga a sus fórmulas. P. ¿Se siente los arquitectos andaluces valorados en su tierra? R. La Junta ha apoyado a los profesionales de aquí desde que tuvo competencias, incluso corriendo riesgos.

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