Cartas al director

Banda en la procesión

No soy creyente, y por tanto, los actos de Semana Santa, incluidos los desfiles procesionales, no tienen para mí otro valor que el de la celebración y la manifestación festiva de un acontecimiento. Sin embargo, pese a mi condición de atea, guardo un profundo respeto por el significado que estas fiestas tienen en gran parte de mis conciudadanos, como lo guardo por cualquier otra manifestación religiosa, del signo que sea. Por ello es doblemente doloroso denunciar el lamentable hecho que presencié en las calles del barrio de Salamanca la tarde del pasado Jueves Santo, tanto por su carácter exhib...

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No soy creyente, y por tanto, los actos de Semana Santa, incluidos los desfiles procesionales, no tienen para mí otro valor que el de la celebración y la manifestación festiva de un acontecimiento. Sin embargo, pese a mi condición de atea, guardo un profundo respeto por el significado que estas fiestas tienen en gran parte de mis conciudadanos, como lo guardo por cualquier otra manifestación religiosa, del signo que sea. Por ello es doblemente doloroso denunciar el lamentable hecho que presencié en las calles del barrio de Salamanca la tarde del pasado Jueves Santo, tanto por su carácter exhibicionista como por su falta absoluta de respeto con los presentes.Los hechos en concreto se refieren al paso del Divino Cautivo, una pequeña procesión tradicional de la zona, cuyo mayor esplendor reside en la magnífica talla de Mariano Benlliure, representación de la figura de Cristo como rehén. Y rehenes fuimos todos esa tarde, al ver con estupor cómo la banda de música que acompañaba al paso no estaba compuesta por una formación municipal, sino por miembros de una agrupación falangista de Fuenlabrada, ataviados con la camisa azul y con el emblema FE de las JONS en sus instrumentos. A estas alturas del siglo XX pensaba, no sin cierta ingenuidad, que la fe y la religión ya no eran patrimonio exclusivo de un grupo que la explotó hasta la saciedad en otro tiempo, al parecer no tan lejano-

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