La difícil recomposición de los conservadores

El Frente Nacional (FN) ha abierto la brecha en las filas de la derecha democrática adelantándose al propósito de Philippe Séguin de recomponer la Unión por la República (RPR) e iniciar la etapa de reconquista del voto moderado que ha ido recalando a lo largo de estos años en el partido de Jean-Marle Le Pen. La recuperación de una parte de ese 15% del electorado del FN es vital para las fuerzas conservadoras, porque sólo de esa manera pueden aspirar a batir electoralmente a una izquierda estable y coligada en torno a la figura de Lionel Jospin. Los resultados de las elecciones regionales acred...

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El Frente Nacional (FN) ha abierto la brecha en las filas de la derecha democrática adelantándose al propósito de Philippe Séguin de recomponer la Unión por la República (RPR) e iniciar la etapa de reconquista del voto moderado que ha ido recalando a lo largo de estos años en el partido de Jean-Marle Le Pen. La recuperación de una parte de ese 15% del electorado del FN es vital para las fuerzas conservadoras, porque sólo de esa manera pueden aspirar a batir electoralmente a una izquierda estable y coligada en torno a la figura de Lionel Jospin. Los resultados de las elecciones regionales acreditan, de hecho, la fortaleza de esa "izquierda plural" que, pese al despegue espectacular de la extrema izquierda (900.000 votos, el 4,3% del electorado), ha salido de las urnas sin el castigo reservado tradicionalmente a las fuerzas del Ejecutivo.La tentación de pactar con el FN se ha planteado, pues, una vez que la derecha ha interiorizado la perspectiva de la derrota continua y en el momento justo en el que los notables locales se han visto descabalgados del poder. Políticos y analistas centran estos días sus críticas en el sistema electoral de las regionales que permite al FN desempeñar el papel de árbitro institucional, pero lo cierto es que las fuerzas conservadoras, y tampoco el conjunto del sistema, han sido incapaces de frenar esa marea ascendente a la que -ha llegado a sumarse cuatro millones y medio de franceses. Tal y como se puso de manifiesto durante el debate parlamentario sobre la Ley de Inmigración, las ideas xenófobas del FN, la nostalgia de la pretendida gloria pasada, la visión agónica de la patria, han ido calando en una parte del cuerpo político conservador.

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Curiosamente, un partido como la Unión para le Democracia Francesa (UDF), autoproclamado liberal, europeísta, de democracia avanzada, ha sido engullido a las primeras de cambio en la crisis desatada por el FN. Pese a haber conseguido su objetivo principal, la ruptura del cordón sanitario democrático, el partido de Le Pen no ha aprovechado la situación, teóricamente ideal, de una abstención del 42% para superar el techo electoral del 15%. Los pactos con la ultraderecha, materializados el pasado Viernes, harán que el 20 de marzo de 1998 pase a la historia como la fecha de la fractura en la honorable tradición de resistencia al colaboracionismo nazi del régimen de Vichy, de oposición frontal a la ultraderecha, al autoritarismo y al racismo, acreditada por la derecha francesa.

La pregunta es cómo socavar políticamente el discurso y las bases electorales del FN, si el RPR, el partido gaullista por excelencia, puede oponer su nacionalismo al del FN sin desencadenar efectos doblemente perniciosos, sin ser arrastrado al terreno preferido de la ultraderecha. La teoría de que un FN incorporado a las filas democráticas acabaría por deshacerse dentro de la derecha -teoría esgrimida estos días en defensa de la alianza con Le Pen- parece una broma, a la vista de la fortaleza organizativa y la claridad de ideas que demuestra esta formación.

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