Setién sostiene que la vía de la negociación no es indigna

El obispo de San Sebastián, José María Setién, exigió ayer la inmediata renuncia de ETA a la violencia a la vez que reiteró su conocida defensa de la vía del diálogo y la negociación como la única posible para alcanzar la paz en Euskadi. El controvertido prelado donostiarra, protagonista de una reciente polémica a raíz de sus declaraciones sobre el conflicto vasco, hizo ayer pública su carta pastoral de Adviento, titulada Humanizar los caminos de la Pacificación. "Ni el terrorismo de ETA ni las actuaciones policiales encaminadas a suprimir las acciones violentas deben paralizar los cami...

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El obispo de San Sebastián, José María Setién, exigió ayer la inmediata renuncia de ETA a la violencia a la vez que reiteró su conocida defensa de la vía del diálogo y la negociación como la única posible para alcanzar la paz en Euskadi. El controvertido prelado donostiarra, protagonista de una reciente polémica a raíz de sus declaraciones sobre el conflicto vasco, hizo ayer pública su carta pastoral de Adviento, titulada Humanizar los caminos de la Pacificación. "Ni el terrorismo de ETA ni las actuaciones policiales encaminadas a suprimir las acciones violentas deben paralizar los caminos de la pacificación", afirma Setién. El obispo inicia la pastoral destacando el ansia de paz expresada con más "firmeza y rotundidad" este año a raíz del asesinato de Miguel Angel Blanco, tanto por las instituciones como por quienes piden a ETA que abandone la violencia.

Setién advierte de la importancia que podría tener para humanizar los caminos de búsqueda de la paz que se emprendieran las modificaciones legales oportunas para conseguir el reconocimiento de los derechos de los presos. Respecto a la vía negociadora, sostiene que se trata de una fórmula que no ha de ser considerada indigna por los Estados, ya que ha sido utilizada en numerosos países. Y advierte a continuación que "la vía de la negociación ha de exigir, como condición previa, la verdad de la voluntad negociadora". El obispo cree que la tarea pacificadora no debe pivotar exclusivamente en las autoridades, sino que debería desempeñarse desde la propia sociedad, tratando de aunar los esfuerzos en la búsqueda de vías que lleven a conseguir la paz.

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