Tribuna:

Miserias

Ahora que las elecciones gallegas están falladas conviene considerar la colección completa de miserias que han puesto al descubierto. Las miserias de la descomposición autofágica de Izquierda Unida; la inexistencia de programas realmente alternativos diferenciadores de las fuerzas en presencia; la arqueológica miseria de que un representante del Estado terrorista franquista, corresponsable de la violación sistemática de los derechos humanos durante su gestión ministerial, siga siendo el candidato inevitable de la derecha; el oportunismo de dirigentes del PSOE que acusan ahora a Fraga de respon...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

Ahora que las elecciones gallegas están falladas conviene considerar la colección completa de miserias que han puesto al descubierto. Las miserias de la descomposición autofágica de Izquierda Unida; la inexistencia de programas realmente alternativos diferenciadores de las fuerzas en presencia; la arqueológica miseria de que un representante del Estado terrorista franquista, corresponsable de la violación sistemática de los derechos humanos durante su gestión ministerial, siga siendo el candidato inevitable de la derecha; el oportunismo de dirigentes del PSOE que acusan ahora a Fraga de responsabilidades con el terror franquista y en cambio ellos conservaron en los aparatos del Estado a funcionarios, trabajadores manuales, nunca mejor dicho, de aquel terror.Y por si faltara algo ahí está, ahí está la Puerta de Alcalá y las insinuaciones de Felipe González sobre las veleidades golpistas del PP y un misterioso, turbio asunto ocurrido en A Coruña en 1985. González se sacó de la bragueta la punta, sólo la punta de un secreto de Estado, jugueteando con el derecho de la ciudadanía a saber de qué mal pudo morir en 1985 y de qué mal puede morir cualquier día si el PP tiene veleidades golpistas. Refugiado en el caduco interés general, por el bien de su país, sembró la inquietud y redujo nuestra, estatura ciudadana al tamaño de nuestra niñez, cuando se nos expulsaba de las habitaciones si se iban a contar historias de maquis o de adulterios vecinales. Me divierte el diseño del papel desempeñado por Felipe González en esta nueva etapa de su vida política, mitad reina madre del PSOE, mitad guardián de la Excalibur del socialismo español, pero necesita desintoxicarse de su drogodependencia con los secretos de Estado. ¿Por qué no socializa esos secretos y los convierte en un saber público al alcance de todos, todos los españoles consumidores de Estado?

Archivado En