GOLF: COPA RYDER

Un mundo diferente

No hay ni siquiera que cruzar la primera barrera de seguridad en los accesos al campo de Valderrama para sentir que se ha pasado una frontera cultural e idiomática. Basta Con tomar un día de éstos un avión en Madrid o Barcelona con destino a Málaga. La mayoría de los pasajeros son veteranos millonarios norteamericanos, disfrazados ya con toda la parafernalia -gorras, chalecos, sudaderas-del pertinaz seguidor de golf y de la Ryder Cup. En la Costa del Sol, un territorio acostumbrado en las últimas décadas a observar todas las extravagancias posibles, la Ryder es un asunto de otro mundo, lo mism...

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No hay ni siquiera que cruzar la primera barrera de seguridad en los accesos al campo de Valderrama para sentir que se ha pasado una frontera cultural e idiomática. Basta Con tomar un día de éstos un avión en Madrid o Barcelona con destino a Málaga. La mayoría de los pasajeros son veteranos millonarios norteamericanos, disfrazados ya con toda la parafernalia -gorras, chalecos, sudaderas-del pertinaz seguidor de golf y de la Ryder Cup. En la Costa del Sol, un territorio acostumbrado en las últimas décadas a observar todas las extravagancias posibles, la Ryder es un asunto de otro mundo, lo mismo que el selecto campo de Valderrama. Un asunto de turistas. O de millonarios.Llegada a España gracias a la fuerza y a la cabezonería de Severiano Ballesteros, y a la selecta urbanización gaditana de Sotogrande debido al empeño insuperable de Jaime Ortiz Patiño, un billonario boliviano dueño del campo, batallador infatigable contra todo obstáculo que se interpusiera entre él y su sueño, su ambición, la ,Ryder no es un asunto popular precisamente en España, un país de grandes campeones de golf, pero de escasa resonancia en el público.

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La sensación de entrar en otro mundo se acrecienta al entrar en el campo y sus instalaciones. Empezando por el idioma oficial, que es el inglés, y terminando, por el más mínimo detalle, como los lujosos carromatos que hacen de servicios públicos, con música ambiental y tapas de retrete en madera, todos los detalles hacen olvidar que a no menos de cuarto de hora por la carretera que sólo en parte es autovía se encuentra La Línea de la Concepción, y no Londres o Atlanta. Pero, dicen, en esto consiste también la grandeza de la Ryder.

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