Editorial:

Un nuevo futuro

LA RELATIVA y no pronosticada normalidad de los comicios legislativos en Albania permite a este pobre y pequeño país de Europa encarar su futuro con mayor esperanza. Ahora, la comunidad internacional -y especialmente Europa- se deberá volcar para sacar a Albania y a sus 3,5 millones de habitantes del atolladero en que está sumida. Nadie creía en la perfección en estas elecciones, que la Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa (OSCE) ha declarado "adecuadas y aceptables", aunque el informe final debe esperar a la segunda vuelta, el próximo domingo. La clara victoria -aparentement...

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LA RELATIVA y no pronosticada normalidad de los comicios legislativos en Albania permite a este pobre y pequeño país de Europa encarar su futuro con mayor esperanza. Ahora, la comunidad internacional -y especialmente Europa- se deberá volcar para sacar a Albania y a sus 3,5 millones de habitantes del atolladero en que está sumida. Nadie creía en la perfección en estas elecciones, que la Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa (OSCE) ha declarado "adecuadas y aceptables", aunque el informe final debe esperar a la segunda vuelta, el próximo domingo. La clara victoria -aparentemente limpia- de los socialistas de Fatos Nano y sus aliados les otorga una cómoda mayoría en el Parlamento, que probablemente se consolidará en la segunda vuelta en algunas circunscripciones. El cambio en el poder será entonces un hecho.Pero la vía para limpiar Albania no quedará del todo libre mientras Berisha, uno de los principales responsables de haber llevado a su país al caos, siga en la presidencia. Es necesario que éste, que ha reconocido la derrota de su Partido Democrático, dimita, tal y como prometió durante la campaña. Una cohabitación con un primer ministro al que encarceló durante cuatro años acusado de corrupción no es viable.

Fatos Nano se enfrenta a una tarea difícil. Debe recomponer una economía albanesa maltrecha y arruinada, que tras unos años de mejora ha empeorado después. de los disturbios generados por la quiebra fraudulenta de algunos bancos de inversión. En segundo lugar, debe lograr que los numerosos grupos y personas armados y descontrolados entreguen sus armas.

La fuerza esencialmente sureuropea capitaneada por Italia -y en la que ha participado de modo significativo España- ha contribuido con su presencia a la normalidad de las elecciones, pese a haber ido sin uña misión clara y que la violencia continuase en los días anteriores a los comicios; a partir de ahora puede ser la receptora de las armas descontroladas. Pero no debe eternizarse en Albania: no seria recomendable que la salida se convirtiera en un problema interminable.

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Sería conveniente que, tras los comicios, se abra paso la idea -frustrada en mayo pasado- de una conferencia internacional sobre Albania en la que participen solidariamente todos los países europeos y Estados Unidos, en vez de dejar a los europeos del Sur solos ante el problema. La reconstrucción económica -de la que la ayuda internacional de 11.000 pesetas por habitante y año es un buen precedente- es prioritaria. El esfuerzo colectivo es imprescindible, ya que la estabilidad de Albania interesa a todos los europeos.

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