Cartas al director

La otra cara de la fiesta

Todavía se está viviendo en Madrid la consecución de la Liga, motivo claro de alegría y celebración para los madridistas. Pero, lamentablemente, siempre hay quien utiliza el desmadre general para dar rienda suelta a la violencia que lleva dentro.Soy de Barcelona y vivo en Madrid desde hace un año. Mi mujer es madrileña y en pocas semanas tendremos un hijo. El problema es que mi automóvil lleva la fatídica B en la matrícula.

El día de la victoria estuvimos cenando con unos amigos en San Sebastián de los Reyes, y vimos el partido. Al regresar en busca del coche vimos que unos gamberros se...

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Todavía se está viviendo en Madrid la consecución de la Liga, motivo claro de alegría y celebración para los madridistas. Pero, lamentablemente, siempre hay quien utiliza el desmadre general para dar rienda suelta a la violencia que lleva dentro.Soy de Barcelona y vivo en Madrid desde hace un año. Mi mujer es madrileña y en pocas semanas tendremos un hijo. El problema es que mi automóvil lleva la fatídica B en la matrícula.

El día de la victoria estuvimos cenando con unos amigos en San Sebastián de los Reyes, y vimos el partido. Al regresar en busca del coche vimos que unos gamberros se habían ensañado en él, causando daños que no es necesario mencionar aquí.

Si celebrar es sinónimo de destruir, si felicidad es sinónimo de odio, creo que realmente hay algo que no funciona.

Escribo esta carta inducido, sobre todo, por aquellos madrileños de verdad (que, afortunadamente, son la mayoría) que me han manifestado su indignación y han vivido este hecho incluso con mayor pesar que yo mismo.

Tal vez aquellas instituciones (políticas, deportivas o de comunicación) que tanto fomentan la malentendida "competitividad" entre los dos equipos (o ciudades) deberían emplear el mismo esfuerzo en fomentar la sana competencia y seguramente se evitarían estos episodios. Tal vez, si las autoridades de las ciudades no permitiesen que sus ídolos futbolísticos fuesen aclamados como dioses de la guerra y puestos sobre los monumentos, los demás mortales no se verían en la necesidad de honrarlos con una orgía de danzas, alcohol y sacrificios y no se sentirían con el derecho a destruir los bienes de quienes ellos consideran sus enemigos derrotados.

Por cierto, enhorabuena por la victoria.-

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