El homicida ingresa en la prisión de Alcalá

"El asesino disparó por la espalda y sin motivo a Mourad", dice su novia

La muerte de Mourad el Abidine, de 19 años, asesinado por un guardia civil en la reserva la madrugada del viernes pasado en la calle del Barquillo, tuvo al menos un testigo. Se trata de María del Carmen, de 20 años, estudiante de Turismo y novia del fallecido. "El guardia le disparó por la espalda y sin motivo. Cuatro veces apretó el gatillo. No paró hasta alcanzarle", rememora la joven. El acusado, que fue detenido esa misma noche, ingresó, por orden judicial, en la prisión de Alcalá-Meco. La familia de la víctima insiste en que se trató de un crimen racista.

María del Carmen acompañab...

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La muerte de Mourad el Abidine, de 19 años, asesinado por un guardia civil en la reserva la madrugada del viernes pasado en la calle del Barquillo, tuvo al menos un testigo. Se trata de María del Carmen, de 20 años, estudiante de Turismo y novia del fallecido. "El guardia le disparó por la espalda y sin motivo. Cuatro veces apretó el gatillo. No paró hasta alcanzarle", rememora la joven. El acusado, que fue detenido esa misma noche, ingresó, por orden judicial, en la prisión de Alcalá-Meco. La familia de la víctima insiste en que se trató de un crimen racista.

María del Carmen acompañaba a Mourad la noche del crimen. Acababan de salir, junto a otra pareja, de la discoteca Kingstown e iban camino del autobús. A la altura de la calle del Barquillo, 15, Mourad se detuvo para atarse un cordón del zapato. Dos metros por detrás de él, dormitaba, tumbado boca arriba, Miguel Ángel Martínez Usea, de 32 años, guardia civil en la reserva."Era un hombre fuerte, con barba. De pronto se levantó todo loco y empezó a gritar. Como se tambaleaba, retrocedió un poco. 'Vámonos, que está loco', le dije a Mourad, quien echó a andar, al tiempo que le decía al hombre que estuviese tranquilo. Pero el hombre, desde unos cinco metros de distancia, sacó un revólver y, de pie, empezó a disparar contra Mourad. Disparó cuatro veces, y a la cuarta le dio. Mourad, que venía hacia mí, aún anduvo unos metros, pero, de pronto, se puso la mano en la espalda, donde le había alcanzado la bala, y con gesto de dolor cayó. En sus ojos vi que sabía que iba a morir", relató María del Carmen.

Tras los tiros, la joven se encaró al supuesto homicida. "Le grité de todo. Cosas como hijo de puta, que me lo has matado y te quedas ahí sin hacer nada. Pero el hombre, que había ocultado el revólver, se quedó de pie, apoyado contra la pared, mirando fijamente el cadáver", dice. A los pocos minutos llegó la policía y detuvo al supuesto homicida. La joven sigue inmersa en la pesadilla desde entonces. Apenas come. Sólo recuerda: "No puedo dormir, cuando cierro los ojos veo sus ojos al morir".

La investigación policial, que no ha aclarado el móvil del crimen, descubrió que el detenido tenía un antecedente de abril pasado por una agresión sexual. Pese a este hecho, al guardia, apartado en 1996 del servicio activo por una lesión de rodilla, no le fue retirada el arma de uso personal. Se trata de un revólver Astra del calibre 38, el mismo con el que se cometió el homicidio. Además, según fuentes de la investigación, guardaba un cuchillo con una hoja de 15 centímetros. Ante el juez, el acusado declaró que había disparado porque le habían intentado robar.

Sangre por sangre

"Si fuera loco se habría matado a sí mismo. Lo hizo por racismo, porque mi hijo era moro. Por eso pido justicia y una buena investigación, quiero cobrar sangre con sangre", afirmó ayer la madre. La mujer expresó su miedo a que su casa o su negocio familiar -un bar en el paseo de Extremadura- puedan ser objeto de ataques racistas.

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