La procesión de la tortilla

Cuarenta mil vecinos Fuenlabrada almuerzan en la fiesta de Santa Juana

Cualquier excusa es buena para sentarse debajo de un árbol y aprestarse a manducar alguna rica vianda. En Fuenlabrada (164.000 habitantes), esta querencia españolísima ha alcanzado rango de fiesta oficial. La excusa la ofrece el 9 de marzo, día de Santa Juana, una mujer de la que apenas ningún comensal sabe nada, pero a la que se rinde sentido tributo con un generoso bocadillo de tortilla -española, que es lo suyo- entre las manos. El ritual, ancestral e ineludible para todo fuenlabreño que se precie, fue seguido ayer en la pradera de Valdeserrano por cerca de 40.000 almas, según la policía lo...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Cualquier excusa es buena para sentarse debajo de un árbol y aprestarse a manducar alguna rica vianda. En Fuenlabrada (164.000 habitantes), esta querencia españolísima ha alcanzado rango de fiesta oficial. La excusa la ofrece el 9 de marzo, día de Santa Juana, una mujer de la que apenas ningún comensal sabe nada, pero a la que se rinde sentido tributo con un generoso bocadillo de tortilla -española, que es lo suyo- entre las manos. El ritual, ancestral e ineludible para todo fuenlabreño que se precie, fue seguido ayer en la pradera de Valdeserrano por cerca de 40.000 almas, según la policía local.Siempre resulta difícil hacerle ascos a un buen condumio, pero cualquier asomo de resistencia se torna inútil si, como ayer era el caso, confluyen dos factores trascendentales: el ocio dominical y un solete resultón y adormecedor de conciencias. Algo así les pasó a Adolfo Ampuero y a su mujer, Pilar, que, sin ser entusiastas de la tradición, se liaron a batir huevos para toda la familia desde primera hora de la mañana. "Los niños querían venir a toda costa, así que hemos acabado animándonos. Y, bueno, es una cosa simpática, como una fiesta de pueblo", resumía Adolfo, de 36 años.

Mientras tanto sus chavales Laura y Javi, daban cuenta, reconcentrados y sin contemplaciones, de la tortilla de mamá. En una cosa se a divertía que no eran puristas santajuaneros: el bocata estaba hecho con pan de pistola y en el Día de la Tortilla los ortodoxos tiran de la llamada libreta. "Es un pan de flama, normal y crujiente, pero redondo para encajar la tortilla dentro", explica José Luis, encargado de la panificadora La Montañesa, que ayer fabricó 1.800 de esas piezas singulares. Y agrega: "Su peso ideal es de 175 gramos. De lo contrario, o se sale la tortilla o la gente protesta porque sobra". Hilar fino, que se dice.

Cuentan los historiadores locales que la toledana doña Juana Vázquez Gutiérrez, nacida en 1491, fue señora de honda convicción religiosa; tanto, que a los 15 años escapó de casa disfrazada de varón, con capa y espada, para ingresar en el monasterio de Santa María de la Cruz, en Cubas de la Sagra. Comoquiera que se le atribuyeran curaciones y traslaciones de toda clase, y hasta la incorruptibilidad de su cuerpo una vez hubo muerto, se prodigaron por todo Madrid las peregrinaciones de feligreses al monasterio. Y puesto que Cubas queda, a pie, más bien lejos, los fieles paraban en Valdeserrano a reponer fuerzas con alguna suculenta vitualla.

Han pasado cinco siglos y los milagros de santa Juana quedaron en el olvido, pero no el complemento gastronómico de las visitas a su convento. Quién le iba a decir a esta mujer que acabaría ascendiendo a los altares un placer tan terrenal como la tortilla de patata.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Archivado En