Editorial:

Caótico Barajas

LAS NOTABLES deficiencias de gestión en el aeropuerto de Barajas tuvieron ayer una grave confirmación cuando un cortocircuito eléctrico, provocado al parecer por una máquina que realizaba un sondeo en las proximidades del aeropuerto, provocó un caos total, con unos 300 vuelos afectados y los pasajeros, a media luz, sometidos a esa suerte de tercer grado que resulta de sumar al retraso la falta de información. El desbarajuste obligó a cerrar el aeropuerto durante más de cinco horas, un plazo desmesurado si se tiene en cuenta que el incendio, que impidió la puesta en marcha del sistema de...

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LAS NOTABLES deficiencias de gestión en el aeropuerto de Barajas tuvieron ayer una grave confirmación cuando un cortocircuito eléctrico, provocado al parecer por una máquina que realizaba un sondeo en las proximidades del aeropuerto, provocó un caos total, con unos 300 vuelos afectados y los pasajeros, a media luz, sometidos a esa suerte de tercer grado que resulta de sumar al retraso la falta de información. El desbarajuste obligó a cerrar el aeropuerto durante más de cinco horas, un plazo desmesurado si se tiene en cuenta que el incendio, que impidió la puesta en marcha del sistema de balizamiento, empezó a las 11.41 de ayer y obligó a suspender los vuelos desde las 17.45 hasta las once de la noche. El accidente recuerda el incendio causado hace unos días en Alcalá de Henares por una excavadora que rompió un oleoducto, en otro caso de insólito descontrol.El cierre de Barajas responde a un encadenamiento de despropósitos que obligan a preguntarse si existe una autoridad responsable de las instalaciones aeroportuarias o si, por el contrario, su funcionamiento está confiado al azar. No es de recibo que un sondeo pueda destrozar el sistema eléctrico de un nudo de comunicaciones aéreas como si nadie estuviese informado de dónde se iba a realizar la perforación; ni que un aeropuerto internacional carezca de recursos suficientes para sustituir por tiempo suficiente el suministro eléctrico principal por uno de emergencia.

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Tampoco es admisible que, consumado el desastre, las compañías no tengan reflejos para ofrecer una información suficiente a los viajeros y multipliquen así la confusión. Que un aeropuerto internacional se cierre por primera vez (desde 1931) por un, cortocircuito eléctrico podría ser motivo de hilaridad de no ser por la gravedad de las implicaciones que se derivan para los usuarios. Estamos ante un caso de negligencia peligrosa; las autoridades públicas deben explicar rápida y puntualmente las razones del desbarajuste.

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