Así de simple, así de triste
Mientras le quito un puesto de trabajo a cualquiera de los cientos o miles de bibliotecarios en paro que habrá en este país, intento llegar a la conclusión de que, después de todo, la objeción de conciencia no está tan mal. Leo libros y prensa, escucho la radio, veo la televisión e incluso podría, si quisiera, hacer pesas con los libros de la biblioteca, ya que por aquí no paran ni las moscas. En fin, francamente enriquecedor.Pero cuando abandono estos pensamientos absurdos, sin duda provocados por el aburrimiento, me doy cuenta que más enriquecedor sería pasar las tardes de este aciago año (1...
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Mientras le quito un puesto de trabajo a cualquiera de los cientos o miles de bibliotecarios en paro que habrá en este país, intento llegar a la conclusión de que, después de todo, la objeción de conciencia no está tan mal. Leo libros y prensa, escucho la radio, veo la televisión e incluso podría, si quisiera, hacer pesas con los libros de la biblioteca, ya que por aquí no paran ni las moscas. En fin, francamente enriquecedor.Pero cuando abandono estos pensamientos absurdos, sin duda provocados por el aburrimiento, me doy cuenta que más enriquecedor sería pasar las tardes de este aciago año (13 meses) leyendo esos mismos libros en casa junto a mi mujer y mi hijo, o conseguir acabar mis estudios de doctorado, o colaborar más asiduamente con la ONG de la que soy socio y que no acepta objetores enviados por el Estado para no alimentar tamaña injusticia.
No cabe duda que sería más constructivo que el pueblo al que me desplazo cada tarde después de trabajar, y tras recorrer 30 kilómetros, se gastara el dinero en contratar algún parado con estudios en biblioteconomía en lugar de, por ejemplo, comprar vaquillas para descuartizarlas durante las fiestas patronales. Me imagino que será una
cuestión de prioridades o preferencias: cultura o tortura, crear empleo o fomentar el paro, sentido común o sinrazón. La prestación social es, en mi caso, así de simple, así de triste.-