Reportaje:

Una ayuda desde dentro

15 jóvenes gitanos aprenden a trabajar como mediadores para su propio pueblo

Un puente entre culturas. Eso es lo que aspiran a ser los veinte jóvenes, quince de ellos gitanos y cinco payos, que se preparan para ejercer como mediadores en programas sociales, con población calé. El curso, organizado por la Asociación Secretariado General Gitano y subvencionado por la Comunidad de Madrid y la Unión Europea con 28 millones de pesetas, persigue formar un tipo de profesional ahora casi inexistente: el que trabaja con una minoría étnica desde dentro, por pertenecer a ella.La inmensa mayoría de los programas educativos y sociales con gitanos los llevan payos. Por eso, l...

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Un puente entre culturas. Eso es lo que aspiran a ser los veinte jóvenes, quince de ellos gitanos y cinco payos, que se preparan para ejercer como mediadores en programas sociales, con población calé. El curso, organizado por la Asociación Secretariado General Gitano y subvencionado por la Comunidad de Madrid y la Unión Europea con 28 millones de pesetas, persigue formar un tipo de profesional ahora casi inexistente: el que trabaja con una minoría étnica desde dentro, por pertenecer a ella.La inmensa mayoría de los programas educativos y sociales con gitanos los llevan payos. Por eso, los miembros del Secretariado, una asociación estatal constituida en 1982 e integrada por gitanos y payos, veían importante formar a un grupo de personas de esta minoría para que aporten su conocimiento al trabajo social.

Los elegidos son jóvenes con una edad media de 25 años, la mayoría mujeres, con un nivel de estudios en general superior al Graduado Escolar y procedentes, en gran medida, del distrito Centro. La presencia de payos se vio imprescindible: ya que el curso tiene un fin intercultural.

Carla Santiago, una gitana de 26 años con estudios hasta primero de Psicología, sabe lo que supone ejercer de mediadora. Hace dos años comenzó a colaborar con la asociación Romí Sersení de mujeres gitanas. Imparte charlas sobre la cultura de su pueblo en colegios e intenta impulsar el asociacionismo femenino.

Ello le exige saberse desenvolver en el mundo payo de instituciones y organizaciones no gubernamentales, y en el gitano de la población para la que trabaja. Si participa en este curso de dos años es para aprender todas esas destrezas comunicativas que ahora intenta lograr con intuición y sentido común.

Sabe que, de primeras, cuando la ven arreglada como va, en algunos ambientes marginales como los poblados chabolistas piensan que ella no es gitana. "Pero, según voy hablando descubren que sí y se produce el acercamiento", añade.

A Loli Fernández, de 30 años, vecina del distrito Centro empleada durante un tiempo en un comercio, le atrae poder luchar por su pueblo y también labrarse un porvenir en el trabajo social. "Sobre todo me gustaría dedicarme a los niños", explica.

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Javier Morales, de 33 años y, Juan García, de 35, ambos trabajadores sociales, son dos de los cinco payos del curso. Desde hace un año están contratados como técnicos en diversos proyectos de empleo del Secretariado Gitano.

"Hasta ahora nuestro papel. con gitanos era siempre el del trabajador social que tramita prestaciones, por eso es muy bueno que aquí podamos tratarnos en un nivel de igualdad y discutir los diferentes puntos de vista para saber cada uno en qué mejorar".

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