FÚTBOL 35ª JORNADA DE LIGA

El tiempo ha pasado para el Madrid

El Sporting aprovechó su oportunidad ante un rival decepcionante,

Este partido se jugó en el café de Rick. El viejo Sam tocó otra vez El tiempo pasa y el juego se impregnó de la melancolía de la canción. Todo fue lento y desganado en un encuentro que volvió a poner en evidencia al Madrid, preso de una galbana considerable, eso que se llama astenia primaveral y que deja lánguidos por igual el alma y el cuerpo. El público, que perdió la confianza en el equipo hace bastante tiempo, asistió apesadumbrado a la segunda derrota consecutiva del Madrid en su estadio. No hubo crispación, ni mucho dolor, sólo los abucheos de rigor para Luis Enrique, que sirven f...

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Este partido se jugó en el café de Rick. El viejo Sam tocó otra vez El tiempo pasa y el juego se impregnó de la melancolía de la canción. Todo fue lento y desganado en un encuentro que volvió a poner en evidencia al Madrid, preso de una galbana considerable, eso que se llama astenia primaveral y que deja lánguidos por igual el alma y el cuerpo. El público, que perdió la confianza en el equipo hace bastante tiempo, asistió apesadumbrado a la segunda derrota consecutiva del Madrid en su estadio. No hubo crispación, ni mucho dolor, sólo los abucheos de rigor para Luis Enrique, que sirven fundamentalmente como terapia para la hinchada que descarga su frustración contra un futbolista y luego se va a casa sin molestar.La lectura del encuentro resultó sencillísima. El Madrid es vulnerable ante cualquiera. A partir de ahí, ocurre que el Sporting pasa por Chamartín y se lleva la victoria sin demasiado sufrimiento. Aprovechó el desaliento madridista en el primer tiempo, marcó un gol y luego se acorazó en su área. Se diría que el mayor enemigo del Sporting fue el Sporting. Cuando tomó conciencia del resultado, sufrió un ataque de pánico que complicó seriamente sus posibilidades de ganar. Pero el Madrid no está para nada. Durante diez minutos acorraló a su rival y tuvo algunas oportunidades, frustradas casi siempre por Ablanedo.

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En esta época de tristeza, el Madrid ni tan siquiera puede ganarse el derecho a celebrar el partido 400 de Michel, un futbolista grandioso que está en la recta final de su carrera. A Michel le silbaron cuando fue retirado por Arsenio. La gente no se detuvo a pensar en el respeto que merece la trayectoria de un gran futbolista, que ha dado tardes gloriosas. Fue un acto de desagradecimiento, que no merece Michel ni el fútbol, pero la hinchada ha perdido la memoria de los buenos tiempos, cuando Michel era una de las máximas esperanzas de juego, goles y alegría. Ahora no puede, porque los años y su lesión de rodilla han quebrantado su físico, pero Michel es uno de los grandes patrimonios en la historia del madridismo. Pero es difícil saltarle a la gente con la historia y el respeto en medio de un partido irrespetuoso con la historia del Madrid.

Durante una hora, el Madrid jugó al pasito. La pelota viajó mustia de un pie a otro. "Ten, dámela, ahí te va otra vez". Pero todo con mucho cuidado, no se fueran a romper. Era un equipo desvitalizado, persuadido de su calamidad. En algún momento, Raúl se decidió a buscar por libre el gol, dispuesto a saltarse como fuera aquella gerontocracia futbolística. El resto paseaba la pelota sin sentido ante la desaprobación del. público, que se temía un gol del. Sporting en cualquier contragolpe porque el Madrid no podía jugar, ni correr, ni organizarse.

El gol llegó temprano y fue prologado por la mejor ocasión del. Madrid. Raúl dejó el camino libre a Laudrup con un pase espléndido. Laudrup tuvo tiempo para pensar diez formas diferentes de batir a Ablanedo, pero no se le ocurrió ninguna. En el mano a mano, sacó un tiro blandito que confirmó sus problemas en esta clase de jugadas. La respuesta del Sporting fue inmediata, un contragolpe por la derecha que encontró a Velasco sin oposición en la defensa y batió a Cañizares.

Las posibilidades de modificar el resultado fueron casi inexistentes. Dos remates de Zamorano inquietaron algo a Ablanedo, pero el asunto estaba muy feo para el Madrid. Junto a las cosas de Raúl, el otro protagonista era Soler, que se saltó las reglas del partido para hacer un aparatoso despliegue atlético. Recorrió la banda con una persistencia japonesa, pero finalmente su esfuerzo recordaba la soledad del corredor de fondo. Su admirable ejercicio físico apenas produjo fútbol en la banda izquierda. En la derecha, Luis Enrique capituló ante rechazo de los aficionados. Sus días como jugador del Madrid llegan al final.

El Sporting se dejó llevar por el tibio curso del partido. Lo hizo con mucho gusto. No tuvo la peIota ni la dejó de tener. No atacó, ni defendió. No jugó bien, ni mal. Durante la primera parte, observó la progresiva erosión del Madrid y echó cuentas. Con el tiempo, su emoción por el resultado pudo traerle muchos problemas. El Sporting se retrasó y comenzó a defenderse en su área. Lo hizo mal, como casi todos los que deciden atrincherarse por las buenas. Entonces salió Michel y entró Rincón. Y un poco después se fue Fernando Sanz, que había generado una buena jugada en un pase que dejó correr Laudrup para Raúl, que resolvió mal en el tiro.

La sustitución de Sanz por Quique modificó el viejo esquema de Arsenio por aquel 4-4-2 de la época Valdano. Pero el partido ya tenía muy mala cara para el Madrid, a pesar de su insistencia y de algunos intentos de Laudrup, el mejor del partido. Y probablemente ésa fue la sensación final del partido: un equipo que se deshace y se despide de una época. Lo sa6en los jugadores y el público, que está deseando ver otras caras, otro equipo y otro juego, no ése que se vio ayer en el café de Rick, con Sam al piano: el tiempo ha pasado para el Madrid.

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