Tribuna

Ojeda dijo no

Una hora. Durante una hora, el Valencia fue más equipo que el Tenerife. Fue, en realidad, un gran equipo. Un área bien protegida, con gente o con la trampa del fuera de juego. Robaina, muy frenado, buscara por donde buscara. Contraataque fácil y llegada, mucha llegada. Aire de gran equipo, de equipo en condiciones de soñar con el título.Ojeda. Frenó los sueños del Valencia. Tiene toda la ciencia del puesto, más la rapidez de los equipos de los porteros más llamativos, ambas cosas combinadas en un estilo que desde aquí nos parece extraño, pero que en realidad es común en la escuel...

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Una hora. Durante una hora, el Valencia fue más equipo que el Tenerife. Fue, en realidad, un gran equipo. Un área bien protegida, con gente o con la trampa del fuera de juego. Robaina, muy frenado, buscara por donde buscara. Contraataque fácil y llegada, mucha llegada. Aire de gran equipo, de equipo en condiciones de soñar con el título.Ojeda. Frenó los sueños del Valencia. Tiene toda la ciencia del puesto, más la rapidez de los equipos de los porteros más llamativos, ambas cosas combinadas en un estilo que desde aquí nos parece extraño, pero que en realidad es común en la escuela argentina. En partidos como el. de ayer parece un calco del Fillol de los mejores días.

Los cambios. Mejoraron mucho al Tenerife y empobrecieron algo al Valencia. Aguilera y Vivar Dorado le dieron al equipo isleño electricidad, rapidez. Sirvieron para alterar el ritmo. El Valencia, con sus cambios, no mejoró, más bien perdió. No mucho, pero sí lo suficiente.

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Dos córneres. También se dice que el que, perdona lo paga. Parece la única ley de cumplimiento inexcusable en el fútbol. El Valencia la sufrió en sus carnes. Hizo mucho, llegó bien, pero todo se le quedó en un gol. Luego, dos córneres, cierto atarugamiento de Zubizarreta y un partido que se escapa.

La convicción. Fue lo mejor del Tenerife. Nunca dejó de creer. Zarandeado por un equipo mejor, maniatado en ataque durante muchos minutos, siempre peleó contra su suerte, no se resignó. Cuando vio una brecha, la explotó y le dio la vuelta al partido, desatando la euforia de su afición. Y de las del Barça y el Atlético.

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