Tribuna:

Viva la zona

Los últimos acontecimientos demuestran que, como en los viejos tiempos, todo entrenador es en realidad un superviviente. En un deporte cuya grandeza radica, según dicen algunos, en que a menudo gana quien menos se lo merece, esos tipos de lycra y bufanda que inspiran y representan el estilo de juego de los equipos son meros rehénes del azar. Hay que desengañarse: por mucho que nos empeñemos en elucubrar sobre lo ocurrido en éste o aquél encuentro, la calidad y el éxito sólo están en proporción directa a largo plazo. Organizar teorías que defiendan una relación exacta, o incluso aproximada, ent...

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Los últimos acontecimientos demuestran que, como en los viejos tiempos, todo entrenador es en realidad un superviviente. En un deporte cuya grandeza radica, según dicen algunos, en que a menudo gana quien menos se lo merece, esos tipos de lycra y bufanda que inspiran y representan el estilo de juego de los equipos son meros rehénes del azar. Hay que desengañarse: por mucho que nos empeñemos en elucubrar sobre lo ocurrido en éste o aquél encuentro, la calidad y el éxito sólo están en proporción directa a largo plazo. Organizar teorías que defiendan una relación exacta, o incluso aproximada, entre el juego y el resultado, es buscar una coartada para la discusión, si no una manera de perder el tiempo. Los tahúres conocen muy bien el principio básico: la conexión matemática entre méritos y beneficios sólo existe en una hipotética ecuación final. Es decir, cuando el efecto de las malas rachas ha sido definitivamente neutralizado por el de las buenas.No obstante, es cierto que la figura del entrenador medio ha cambiado mucho. Hace quince años era casi siempre la suma de dos personajes de la picaresca: un descuidero junto a un amargavidas. En algún momento estuvo muy bien representado en el Real Madrid por Vujadin Boskov, aquel bondadoso trilero a quien tanto querían sus propios jugadores. Rivalizaba con el Barca de Maradona y de Schuster, y era un fundamentalista del marcaje individual. Tosía, invocaba a Al Capone y preparaba los partidos con la ganzúa en la mano: "táctica es ésta, Camacho se encargará de meter codo in ojo a Maradona, y Ángel a Schuster". Según sus cuentas, Maradona y Schuster deberían jugar durante hora y media con un codo clavado en el ojo. Dado que estarían con el ojo muy ocupado, y que Camacho y Angel deberían tener el húmero muy entretenido, el evento se reduciría a una confrontación de nueve contra nueve; más exactamente, de los nueve mejores del Madrid contra los diez peores del Barcelona. Es justo decir que sus planes de abordaje y victoria casi nunca se cumplieron.Dicen los etólogos que el perro es de su amo, y el gato, de su territorio. Pues bien, gracias a Menotti, Sacchi, Maturana y Cruyff, el juego dio un giro del marcaje canino al territorial. Hoy seguimos decapitando entrenadores como siempre, sin embargo, no debemos confundir a quienes defienden su puesto y su jauría con quienes, como los cuatro grandes, defienden el fútbol.

Quede dicho que todos admiramos la tenacidad del perro, pero algunos preferimos que nuestros futbolistas favoritos marquen en zona. Como los gatos y los centinelas.

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