Editorial:

La OTAN en Bosnia

NO SE trata ya de proteger convoyes con alimentos y medicinas, sino de imponer la paz. La misión de la ONU en Bosnia terminó ayer y comenzó la de la OTAN. Para la primera ha llegado el momento de interrogarse con serenidad sobre las razones de su fracaso en la antigua. Yugoslavia; para la segunda, a cuya Secretaría General acaba de acceder el español Javier Solana, el de abordar la primera operación real a gran escala de su historia.No será fácil la tarea y es improbable que pueda estar terminada durante el año que le ha otorgado el presidente norteamericano, Bill Clinton. Pero, de entrada, la...

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NO SE trata ya de proteger convoyes con alimentos y medicinas, sino de imponer la paz. La misión de la ONU en Bosnia terminó ayer y comenzó la de la OTAN. Para la primera ha llegado el momento de interrogarse con serenidad sobre las razones de su fracaso en la antigua. Yugoslavia; para la segunda, a cuya Secretaría General acaba de acceder el español Javier Solana, el de abordar la primera operación real a gran escala de su historia.No será fácil la tarea y es improbable que pueda estar terminada durante el año que le ha otorgado el presidente norteamericano, Bill Clinton. Pero, de entrada, la fuerza multinacional de combate aglutinada en torno a la Alianza Atlántica parte con muchas más cartas a su favor que la recién disuelta Unprofor. Las partes enfrentadas en Bosnia, y en particular los serbios dirigidos por Karadzic y MIadic, cometerían un grave error si no comprendieran que ya no tienen que vérselas con cascos azules a los que pueden tirotear o secuestrar impunemente, sino con soldados dotados del armamento necesario y las instrucciones pertinentes para repeler cualquier agresión.

Hasta 60.000 soldados de la fuerza multinacional liderada por la OTAN van a desplegarse por Bosnia a lo largo de las primeras semanas del rudo invierno balcánico. Su primera tarea de envergadura consistirá en reunificar Sarajevo. Los acuerdos de Dayton evitan la vergüenza de ver consolidado un nuevo muro en una ciudad ejemplo de tolerancia y convivencia multiétnica. Pese a la anunciada oposición de los serbios, los soldados de la OTAN tienen que reunificar Sarajevo garantizando la seguridad de todos sus habitantes. El éxito o fracaso de esta primera operación marcará el del resto de la misión.

Con bastante probabilidad, el Consejo de Ministros español aprobará mañana el envío de 500 militares más a Bosnia, destinados a reforzar ese contingente de 1.250 desplegados en la región de Mostar bajo la bandera azul de la ONU. Podrá constituirse así la llamada Spabri, una brigada española, dirigida por un general español, que se integrará en la división francesa. Sólo los mezquinos pueden oponerse a ese incremento del número de efectivos, que lleva también aparejado un incremento de los gastos. No tiene el menor sentido enredarse en querellas bizantinas acerca de si la participación española está o no en consonancia con los términos del referéndum de 1986 sobre la OTAN. Como dicen nuestros soldados destacados en Mostar, esta misión es justa y necesaria. Una España que cree en el valor de la solidaridad tiene que arrimar el hombro en este empeño por detener la peor carnicería en nuestro propio continente desde la Segunda Guerra Mundial.

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La misión de la ONU en Bosnia ha sido de las más costosas desde un punto de vista económico -cinco millones de dólares diarios- y humano -214 cascos azules han perdido la vida, de ellos 16 españoles- en la historia de esta organización. Y también de las menos fructíferas y de las más controvertidas. Humillados por diversas tomas de rehenes, los cascos azules rozaron la ignominia el pasado julio cuando asistieron impasibles en Srebrenica, que había sido declarada zona segura por el Consejo de Seguridad, a la ejecución masiva de civiles musulmanes por parte de los serbios. La comunidad internacional y los países que intentan liderarla en nombre de valores como la paz, la libertad y los derechos humanos deben reflexionar sobre este fracaso. Entretanto, hay que poner manos a la obra y obligar a los firmantes de los acuerdos de paz a cumplir su palabra.

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