Cartas al director

De la misma carne y sangre

Tras el lamentable, desenlace del caso de Anabel Segura, surgen de nuevo las voces de las buenas personas reclamando el castigo ejemplar, el peso completo de la ley y el cumplimiento íntegro de las sentencias.No falta también quien pide reformas legales para endurecer las penas para este o para cualquier otro tipo de delitos. No repito lo que algunas de esas personas harían a los culpables si los pillaran por su cuenta, -pues el "horror sería aún mayor que el que ahora nos conmueve.¿No habrá el propósito inconsciente de agravar la culpabilidad- del otro como reafirmación de la pr...

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Tras el lamentable, desenlace del caso de Anabel Segura, surgen de nuevo las voces de las buenas personas reclamando el castigo ejemplar, el peso completo de la ley y el cumplimiento íntegro de las sentencias.No falta también quien pide reformas legales para endurecer las penas para este o para cualquier otro tipo de delitos. No repito lo que algunas de esas personas harían a los culpables si los pillaran por su cuenta, -pues el "horror sería aún mayor que el que ahora nos conmueve.¿No habrá el propósito inconsciente de agravar la culpabilidad- del otro como reafirmación de la propia inocencia, de la que no se está totalmente seguro? Pienso que condenando y castigando con saña no se resuelve nada, salvo la satisfacción del espíritu vengativo.

En cambio, si intentamos profundizar sin pasión en los hechos y en las circunstancias, tal vez podamos prevenir o reparar algo del dolor que aún le queda por destilar a este suceso.

Pero no todo son declaraciones disparatadas. Alguien ha dicho que no se va a sumar al odio ni al rencor. Otro gran hombre ha señalado el carácter de personas normales de los acusados por este delito. Son gente corriente que va a comprar el pan y que tiene una familia estable como la mayoría de los ciudadanos. Porque todos, culpables o inocentes en mayor o menor grado, estamos hechos de la misma carne y sangre.

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Si alguien me pregunta lo que opinaría yo en caso de haber sido la víctima una hija mía, le invito a cuestionarse su opinión si los criminales fueran sus hijos. Al dar tierra a Anabel hemos enterrado todos una parte de nosotros mismos que se nos va dolorosamente. Pero al encarcelar a los asesinos también estamos encerrando esta parte imperfecta y cruel de nuestra común naturaleza. Como escribió Shakespeare, hay que llorar por los muertos, pero hay que llorar también por sus matadores- Alejandro Torres Cano.

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