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Si, como dice Cruyf, Iván de la Peña es un jugador técnicamente mediocre, habrá que preguntarle qué calificativo se merece el Barça que jugó en el Bernabéu. Los malentendidos gramaticales de Cruyff dan para mucho, y el último demuestra que urge editar un diccionario que traduzca el fantástico léxico del holandés. Así sabríamos lo que significa "mediocre", por ejemplo. Si, en vez de Cruyff, el entrenador del Barça fuera Valdano, no sufriríamos sustos lingüísticos pero deberíamos soportar circunloquios por un tubo y, la verdad, no sé qué es peor. ¿Cómo definiría Valdano a De la Peña? Veamos. Dir...

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Si, como dice Cruyf, Iván de la Peña es un jugador técnicamente mediocre, habrá que preguntarle qué calificativo se merece el Barça que jugó en el Bernabéu. Los malentendidos gramaticales de Cruyff dan para mucho, y el último demuestra que urge editar un diccionario que traduzca el fantástico léxico del holandés. Así sabríamos lo que significa "mediocre", por ejemplo. Si, en vez de Cruyff, el entrenador del Barça fuera Valdano, no sufriríamos sustos lingüísticos pero deberíamos soportar circunloquios por un tubo y, la verdad, no sé qué es peor. ¿Cómo definiría Valdano a De la Peña? Veamos. Diría que se trata de un timonel de los que, a ráfagas, aumentan las aspiraciones del conjunto. Que tiene vocación atacante y que sabe divertirse y resolver al mismo tiempo, aunque a menudo se emborrache con el placer de devolverle a la hinchada la cuota de sueños que, por historia, le pertenece. Que maneja de modo desequilibrante la materia gris y que ese don le hace circular la pelota patentando un toque que contagia a los que le acompañan en la aventura del espectáculo futbolístico. Que sabe que, precisamente por lo que se espera de él, se le mira con lupa y sus enemigos siempre están dispuestos a dispararle con cañones y a amplificar la gravedad de los errores que, como cualquier humano, cometerá. En mentalidades envidiosas -añadiría Valdano-, la brillantez ajena actúa como afrodisíaco de la venganza y suele oxigenar el virus de la mezquindad. Por eso es necesario que Iván, aprenda a cultivar modales flemáticos que acallen la furia de los que pedirán su rapada cabeza cuando le asalte lo que Borges definiría como "pesadilla del bache". Lo elevado, de su sueldo también incluye la cara oscura de un oficio que, pese a las interferencias, sigue siendo un juego.A corto plazo -remataría Valdano-, si Iván maneja los esfuerzos en la dirección correcta y es capaz de insonorizarse del estruendo exterior, el talento reducirá distancias con las actuales sombras. Con la ayuda de la afición y una mayor confianza en sus posibilidades resolutivas, podrá subir un peldaño más en la escalera del éxito. Quedan partidos para demostrarlo. A diferencia del Madrid, el Barça está en una situación francamente cómoda para recuperar el optimismo de los colectivos campeones. Y en ese colectivo De la Peña puede ser el alfil que ayude a recorrer más deprisa el espacio que separa la imaginación de la mediocridad. Por lo visto el sábado, sin embargo -podría concluir Valdano-, De la Peña no es el único jugador mediocre. Y si otros también lo son, ¿porqué no juega él?, aunque la respuesta sólo la tiene el gran Johan que, en la entrevista con Antoni Bassas, dejó claro que "donde empieza mi libro, termina el vuestro". ¿Se refería a aquel Mis futbolistas y Yo, al Libro gordo de Petete o se trata de otro de sus entrañables refranes mal traducidos.

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