NECROLÓGICAS

Francesco Messina, escultor de papas, santos y caballos

Es un caballo, el de enormes proporciones que adorna la entrada a la sede central de la RAI, la televisión estatal italiana, la obra de Francesco Messina que mejor conocen los romanos. Pero los trabajos más característicos de este escultor, fallecido ayer en su casa de Milán a la edad de 94 años, son el anguloso e inquietante monumento a Pío XII que hay en la basílica del Vaticano y la santa Catalina de los jardines del castillo Sant'Angelo.Católico fiel, tachado de academicista y de antimodernista, Messina fue conmemorado ayer como "el último gran protagonista del arte italiano de la primera ...

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Es un caballo, el de enormes proporciones que adorna la entrada a la sede central de la RAI, la televisión estatal italiana, la obra de Francesco Messina que mejor conocen los romanos. Pero los trabajos más característicos de este escultor, fallecido ayer en su casa de Milán a la edad de 94 años, son el anguloso e inquietante monumento a Pío XII que hay en la basílica del Vaticano y la santa Catalina de los jardines del castillo Sant'Angelo.Católico fiel, tachado de academicista y de antimodernista, Messina fue conmemorado ayer como "el último gran protagonista del arte italiano de la primera mitad del siglo XX" por Federico Zeri, uno de los principales críticos italianos. Otro, Maurizío Calvesi, lo valoró como "un tradicionalista que destacaba entre los demás por el nivel cualitativo constante de su trabajo".

Messina nació en Linguaglosa, provincia de Catania, el 15 de diciembre de 1900, en el seno de una familia muy pobre que emigró a Génova, donde, a la edad de 13 años, Francesco tuvo la fortuna de ser admitido como aprendiz en el taller del principal escultor de monumentos fúnebres de la ciudad por un sueldo simbólico. No pudo pasar de la enseñanza básica, pero hizo acopio de una gran habilidad manual y de una cultura de lector infatigable. Con el tiempo llegaría a ser amigo estrecho de grandes poetas como Montale, Ungaretti y Quasimodo.

La vida de Messina cambió en 1922, cuando una escultura suya fue admitida en la Bienal de Venecia. El éxito internacional, el dinero y el reconocimiento del mundo intelectual -fue miembro de la Academia de Bellas Artes- no le impidieron mantener un nivel de autoexigencia qué le llevó a destruir todas sus obras de juventud a martillazos.-

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