Colgados por gusto

El puente del río Cofio, en San Lorenzo del Escorial, concentra a los aficionados al salto libre

Están colgados. Seis jóvenes se lanzaban el martes pasado desde el puente que cruza sobre el río Cofio, en el término de San Lorenzo del Escorial. Es el único en la Comunidad para practicar el salto libre con cuerdas, según los expertos."Atado con un arnés, te sitúas al otro lado de la barandilla, Frente a ti la montaña y bajo tus pies una caída de 50 metros hasta el suelo. El corazón late mas rápido que nunca y el cuerpo se carga de adrenalina. Sin pensarlo dos veces, saltas. Caes a velocidad de vértigo. Tu mente se queda en blanco y se te suben las tripas. El vientre se llena de vacío...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

Están colgados. Seis jóvenes se lanzaban el martes pasado desde el puente que cruza sobre el río Cofio, en el término de San Lorenzo del Escorial. Es el único en la Comunidad para practicar el salto libre con cuerdas, según los expertos."Atado con un arnés, te sitúas al otro lado de la barandilla, Frente a ti la montaña y bajo tus pies una caída de 50 metros hasta el suelo. El corazón late mas rápido que nunca y el cuerpo se carga de adrenalina. Sin pensarlo dos veces, saltas. Caes a velocidad de vértigo. Tu mente se queda en blanco y se te suben las tripas. El vientre se llena de vacío. Luego, la cuerda se tensa y te balanceas de un lado a otro. Bajas en columpio, disfrutando de una panorámica sólo accesible para los pájaros". Así explicaba Antonio, electricista madrileño de 24 años, las sensaciones experimentadas tras efectuar un salto.

Según los expertos, es difícil encontrar lugares para practicar este deporte libremente en la Comunidad de Madrid. Renfe, por ejemplo, prohíbe el paso a los puentes ferroviarios que hay en la región, como son el de Soto del Real o el de Lozoya del Valle. En Madrid capital, para lanzarse con cuerdas desde el Viaducto se necesita un permiso especial que concede el Ayuntamiento.

Tanto la seguridad en el atado de nudos como la precisión en los cálculos de distancia son vitales en esta actividad tan, arriesgada. La Cruz Roja de Colmenar Viejo recordó cómo hace dos años un chico murió porque dejó más Iongitud de cuerda que distancia había hasta el suelo: "Se estampó".

Antonio se autodefine como un paranoico de la seguridad: "Preparo las cuerdas a conciencia y luego le pido a un compañero que revise los nudos, por eso de que cuatro ojos ven mejor que dos". Los colegas de Antonio le han apodado El Lunático. Buena parte de lo que gana lo invierte en deportes radicales y viajes para practicarlos: "Me he tirado en paracaídas, hago escalada, hice bicicleta de montaña y además me encanta la fotografía. He viajado a Alaska y Canadá", afirma.

Un divertimento añadido al del salto es el balanceo a ras del suelo y entre la maleza: "Una vez aterricé en una zarza y me llené de pinchos, mientras los de arriba se reían de mí", recuerda Juan, un estudiante de 19 años, que practica con Antonio y otros amigos, como Eva. La chica, de 18 años, saltaba el martes pasado por primera vez: "Lo pasas bien y mal. Sólo sé que se te suben la! tripas y que bajas a toda velocidad". Para Pablo, de la misma edad que Eva, el salto supone un relajo: "Cuando das el paso hacia el vacío, la sensación es muy fuerte; cuando te columpias, disfrutas con el paisaje".

María, de 18 años, ha saltado por primera vez y sin el permiso de sus padres: "No me dajarían ni locos". Lo intentó una segunda vez y no pudo hacerlo. "La segunda vez eres consciente de lo que vas a hacer y te da más miedo", aclara Raúl, de 22 años.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Puente sobre el río Cofio. Kilómetro 44 de la carretera M-505 (Las Rozas-El Escorial).

Archivado En