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Vengan a mi casa

Más de un centenar de familias de Roquemaure, un pequeño y tranquilo pueblo de 6.000 habitantes en el corazón de una región vinícola del sureste francés, se habían ofrecido ayer para alojar en sus casas a los familiares de las víctimas del accidente que llegasen a la localidad. En la escuela municipal, junto al cuartel de bomberos, se instaló una capilla ardiente en la que reposaban los cadáveres de las 23 personas fallecidas en el siniestro.Las casas no fueron necesarias porque fue instalado un sistema de campaña que permitió la acogida de los visitantes.

La Prefectura del Gard, una in...

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Más de un centenar de familias de Roquemaure, un pequeño y tranquilo pueblo de 6.000 habitantes en el corazón de una región vinícola del sureste francés, se habían ofrecido ayer para alojar en sus casas a los familiares de las víctimas del accidente que llegasen a la localidad. En la escuela municipal, junto al cuartel de bomberos, se instaló una capilla ardiente en la que reposaban los cadáveres de las 23 personas fallecidas en el siniestro.Las casas no fueron necesarias porque fue instalado un sistema de campaña que permitió la acogida de los visitantes.

La Prefectura del Gard, una institución similar a los gobiernos civiles, dispuso un servicio de acogida para los allegados de las víctimas que llegaban a Nîmes en tren o en avión.

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En la capilla ardiente de Roquemaure un equipo de psicólogos recibía a los familiares antes de dejarles ver los cadáveres. Todo esto se producía al abrigo de la indiscreta invasión de periodistas.

Cuatro helicópteros de la Seguridad Civil, un centenar de vehículos y ambulancias, unos 200 bomberos, policías y médicos, fueron movilizados para atender a las víctimas, que en primera instancia fueron atendidas en un hospital de campaña junto al lugar del accidente.

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