Entrevista:

"En Ruanda recordaba las tertulias en las terrazas de Alcalá"

, Miguel Ángel Pérez (33 años), cambia a primeros de julio la bata blanca de la seguridad social por el traje de campaña de coordinador de los programas de Médicos Sin Fronteras en Ruanda. Llevará la logística y medicina de toda la campaña de la organización durante tres meses. Este médico alcalaíno conoce ya el olor de los campos de refugiados ruandeses: el verano pasado se estrenó en uno de ellos. Miguel Ángel es médico en un ambulatorio de Azuqueca de Henares (Guadalajara), cerca de su Alcalá de Henares natal y profesor de la Escuela de Enfermería de Guadalajara. Además, es actor aficionado...

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, Miguel Ángel Pérez (33 años), cambia a primeros de julio la bata blanca de la seguridad social por el traje de campaña de coordinador de los programas de Médicos Sin Fronteras en Ruanda. Llevará la logística y medicina de toda la campaña de la organización durante tres meses. Este médico alcalaíno conoce ya el olor de los campos de refugiados ruandeses: el verano pasado se estrenó en uno de ellos. Miguel Ángel es médico en un ambulatorio de Azuqueca de Henares (Guadalajara), cerca de su Alcalá de Henares natal y profesor de la Escuela de Enfermería de Guadalajara. Además, es actor aficionado en el grupo TIA (Teatro Independiente Alcalaíno). Su amor al viaje, de aventura y la sensibilización ante problemas humanos motivaron su entrada en Médicos Sin Fronteras, decisión solidaria que él matiza "lo hice por huir de la rutina, cambiar de aires y trabajar de otra manera".

Pregunta. ¿Ha mejorado la situación ruandesa?

Respuesta. Sigue siendo inestable como el año pasado, el que no se hable ahora en los medios de comunicación no quiere decir que haya mejorado, sigue existiendo el problema de los refugiados, por eso seguímos allí y lo que esperamos es que se solucione para empezar a recuperar el país cuanto antes.

P. ¿Qué es lo más ¡mpactante al llegar allí?

R. Cuando aterrizamos en Kigali había una guerra sin batalla, el aeropuerto estaba bombardeado y rodeado de ametralladoras, el camino desde el aeropuerto a la ciudad estaba minado, las minas estaban señaladas con tiza en el suelo porque no había desactivadores. Fue lo más impactante porque iba pensando en la miseria y las enfermedades, pero se me olvidaba que además estaban en guerra. En el campamento, un detalle muy tonto que me ¡mpactó muchísimo fue el humo. El campo de refugiados estaba envuelto en el humo de los cientos de hogueras que tenía, la gente encendidas para hacer la comida y calentar agua. El humo lo hacía todo mucho más tenebroso.

P. ¿Qué otras sensaciones sintió?

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R. Hay, sensaciones que hasta que estás ahí no te imaginas. El sonido, el olor; ver miles y miles de personas y que no se oiga ni un ruido o, al contrario, el sonido de los gritos y quejidos. Todo es distinto a como se ve en televisión porque allí lo estas notando con los cinco sentidos, no sólo con la vista.

P. ¿Se acordaba de Alcalá en el campamento?

R. Me acordaba por las noches de las tertulias de las terrazas del Escudo en Alcalá. No la cambiaría por ninguna otra ciudad del mundo. La universidad está cambiando el aspecto de la ciudad, es importante que se potencie esa vida cultural.

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