Tribuna:

La necesaria transición del PSOE

No es cuestión de perderse en las palabras, de definir si se trata de una transición a un nuevo ciclo, a una nueva etapa, o a qué nuevo estadio. El caso es que las elecciones municipales arrojan para el socialismo español una abrumadora pérdida de poder democrático en la España de los municipios urbanos y de las autonomías. A partir de esa perspectiva, en las próximas elecciones generales (da igual que se celebren mañana o dentro de dos años) el PSOE está condenado a no volar muy por encima de su suelo electoral, y no podrá erigirse de nuevo en el partido del Gobierno, a no ser que inic...

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No es cuestión de perderse en las palabras, de definir si se trata de una transición a un nuevo ciclo, a una nueva etapa, o a qué nuevo estadio. El caso es que las elecciones municipales arrojan para el socialismo español una abrumadora pérdida de poder democrático en la España de los municipios urbanos y de las autonomías. A partir de esa perspectiva, en las próximas elecciones generales (da igual que se celebren mañana o dentro de dos años) el PSOE está condenado a no volar muy por encima de su suelo electoral, y no podrá erigirse de nuevo en el partido del Gobierno, a no ser que inicie una transición que rompa con algunas claves de su discurso dominante actual. ¿Cuáles podrían ser las características esenciales de ese proceso de cambio? Quisiera proponer dos tesis.

1. El PSOE habrá de ser capaz de distanciarse de sus errores y encararlos con franqueza. Grandes sectores de ciudadanos, de importancia numérica y cualitativa crucial, no volverán a dar su apoyo al PSOE ni con el paso del tiempo, ni por la ineptitud de la alternativa conservadora. Sólo lo harán, y puede además que más rápidamente de lo que pudiera parecer, si el PSOE realiza un ejercicio serio de clarificación de sus equivocaciones.

En punto a errores, cuya naturaleza y calado habrían de constituir el meollo de esa transición que aquí se invoca, sugeriría tres tipos diferentes.

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Por un lado, el socialismo español ha ido imponiendo límites al reformismo durante sus años de gobierno. Al ir pactando reformas con otros poderes sociales, ha renunciado en exceso a algunas parcelas de su autonomía política; esto ha ocurrido en el terreno de las políticas económicas, demasiado coloreadas en ocasiones por compromisos con el establishment económico, o en el terreno de la transformación de los aparatos del Estado, donde ha cedido a veces a la sorda inercia de diversos intereses corporativos. Con todo, y en contra de los que abogan por el "giro a la izquierda", este tipo de errores no explican por sí solos ni la profundidad ni la irreversibilidad de la crisis actual del socialismo español: hay algo más importante.

El modo de reclutamiento del personal político que ha venido utilizando el PSOE, está basado en la fidelidad y la adhesión personal, en un modelo "patrón cliente" de promoción política, que refuerza extraordinariamente los hiperliderazgos y que está escasamente aliviado por los procedimientos democráticos. Precisamente en torno a este núcleo de problemas surgieron las ideas de renovación sincera, de reforma de la ley electoral y la ley de par tidos, de limitación del número de mandatos, voto individual y secreto, sistemas electorales internos más democráticos en los partidos, desprofesionalización de la política, etcétera, ideas que fueron tan flagrantemente ignoradas y desperdiciadas en el 33º Congreso del PSOE.

Este improductivo método de reclutamiento y promoción política ha sido, en mi opinión, la causa de fondo del grueso de los errores del socialismo español en los últimos años. A nadie se le puede escapar que la fuga de legitimidad moral y de apoyo electoral del PSOE ha residido en los escándalos públicos de corrupción, sea ésta pequeña pero simbólica, o sea de vasta escala, que de todo ha habido.

El rosario de negros episodios que en este sentido ha soportado el partido del Gobierno ha hecho, exclamar a más de uno de sus dirigentes que no todos, ni tan siquiera una mayoría de los socialistas son deshonestos, sino gente honrada. Y tienen razón, pero esto lo sabe toda la gente normal. Lo que la gente normal no se explica es por qué hubo un número importante de responsables políticos o institucionales que acudieron a posiciones que nunca hubieran debido ocupar, y por qué, una vez en ellas, pudieran actuar con impunidad y sin control y conocimiento de sus superiores. La respuesta es simple: los procedimientos de reclutamiento político-clientelistas no sólo resienten la calidad en la promoción de cuadros políticos, sino que además sitúan el necesario control y evaluación de la gestión en la categoría de lo innecesario, e incluso de lo fuera de lugar.

Sin embargo, ni siquiera estos grandes errores explican suficientemente los grados de desafeción y deslegitimación que hoy soporta el socialismo en España. Lo que centenares de miles de ciudadanos no perdonan es la actitud tomada ante los mismos. Los líderes socialistas han adoptado tres posturas, a cual más negativa y poco comprensible: reticencia y falta de claridad en el reconocimiento de errores, preferencia por la judicialización de las responsabilidades políticas y tendencia a organizar líneas de ataque y versiones conspirativas contra las instancias sociales e incluso institucionales que los han señalado.

Lo más importante, lo que ha significado una ruptura de los lazos de confianza con una parte del electorado, consiste en que la ciudadanía ya no sabe qué culpas asume el PSOE, cuál es la dimensión exacta de sus equivocaciones y si tiene voluntad efectiva de no. repetirlas. La restitución de esos lazos, que constituye a la vez una tarea imprescindible de clarificación del momento en el que se encuentra el desarrollo político de nuestro país, es una parte importante de la transición que el PSOE debe realizar. Y para ello se necesita un nuevo discurso, distanciado y clarificador. Esto me lleva a la segunda condición para esta transición.

2. Para que esta transición comience pronto y sin traumas excesivos no debería ser obstaculizada por los dos líderes histéricos de esta etapa del PSOE.

En estos días se habla con insistencia de la sucesión del secretario general del PSOE. Pero son dos, González y Guerra, los políticos socialistas que han pilotado esta etapa, simbolizando respectivamente, en papeles contradictorios y. complementarios, la lógica de la responsabilidad y la lógica de la convicción. El mejor modo de emprender una transición consistiría en que ambos se pusieran por fin de acuerdo en una cuestión sustantiva, y dejaran que el socialismo español se oriente hacia una nueva rampa de salida, mediante un proceso de libre revisión autocrítica.

El reclutamiento clientelista ha reforzado hasta extremos irracionales la dirección personalista, tanto en el partido como en las instituciones, y ha llevado a extremos manifiestamente excesivos el hiperliderazgo de los dos líderes del PSOE. La consecuencia es que no existe capacidad de iniciativa por parte de otros políticos representativos del socialismo para impulsar este proceso de transición, si éste se ve imposibilitado "desde arriba". Hay quien dirá que esto es una, constatación de la pobreza de espíritu de los socialistas españoles. Pero se equivoca: el socialismo español está formado por un colectivo de gentes, por lo general, generosas e íntegras, aunque por desgracia adaptadas a la supervivencia dentro de una estructura perversa. Quien haya construido esa estructura es probablemente lo de menos: quizá los que la dirigen, quizá todos los que la hemos habitado.

La única salida para recuperar legitimidad moral y apoyos consiste en que esa estructura, y los errores que la apuntalan, toquen a su fin, mediante una "transición pactada". De ella saldrían nuevas reglas de juego, nuevas políticas y nuevos rostros para nuevos mensajes. Pero esto tendrá un precio, que sólo se podrá pagar si existe generosidad suficiente: pues significará la limitación y, quizá, la renuncia al liderazgo que hasta ahora han ejercido los dos líderes del PSOE.

es profesor de Entorno Público del Instituto de Empresa.

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