GENTE

LUCIÓ LA ESTRELLA DE LUCIO

Anoche, la vitamina española, dijo su palabra rotunda: Lucio Blázquez, creador, luchador y príncipe del restaurante Casa Lucio de Madrid, fue consagrado como "el mejor hostelero del año". Sucedió el acontecimiento en el XI Certamen de Alta Cocina de Vitoria-Gasteiz, ya asentado como el acontecimiento gastronómico europeo de más, campanillas, por donde han pasado y dejado su huella Robluchon, Michel Guérard, Santi Santa María, Ferran Adriá, Alain Ducasse, Pedro Subijana, Juan Mari Arzak, Zalacaín, José Juan Castillo..., los chefs españoles y mundiales que en la década de lo...

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Anoche, la vitamina española, dijo su palabra rotunda: Lucio Blázquez, creador, luchador y príncipe del restaurante Casa Lucio de Madrid, fue consagrado como "el mejor hostelero del año". Sucedió el acontecimiento en el XI Certamen de Alta Cocina de Vitoria-Gasteiz, ya asentado como el acontecimiento gastronómico europeo de más, campanillas, por donde han pasado y dejado su huella Robluchon, Michel Guérard, Santi Santa María, Ferran Adriá, Alain Ducasse, Pedro Subijana, Juan Mari Arzak, Zalacaín, José Juan Castillo..., los chefs españoles y mundiales que en la década de los ochenta y la de los noventa son el predicamento más respetado del saber comer y del saber beber. Para festejar a Lucio vino de la Borgoña francesa, de la localidad de Joigny, el estrellado por Michelin Jean-Michel Lorain, del restaurante Côte Saint Jacques: los seis platos de su menú fueron una apoteosis, pero cuando llegó el pichón a las especias con salsa agridulce, alcachofas y manzanas ácidas, una suerte de éxtasis se hizo, y Lucio y los 150 comensales gozaron más sin necesidad de renegar de los huevos estrellados de su mesón de la Cava Baja madrileña. Un gorro de plata de verdad y de tamaño natural le fue impuesto a Francisco López Canís, porque se ha batido desde hace 20 años al frente de Gourmetour, la guía gastronómica pionera del final de la España negra que echaba de comer y echaba de beber al tuntún y a lo loco. El cocinero número uno alemán, tres estrellas Michelin, Haradal Wolilfalirt, le ofreció a López Canís y a sus acompañantes la cocina de la polémica: se llegó a concluir que la filosofía alemana y las bondades del Mediterráneo son lo que son y cada una de ellas acarrea en su vientre chispas de inspiración para quien odie cualquier especie de guerra civil, mundial o local. "¡Viva la bomba de la paz de la gastronomía!", se gritó. Y los acontecimientos se sucedieron sin tregua: los que más sufrieron fueron Adriá, Arzak, Javier Oyarbide, Hilario, Pedro Larrumbe y otros colegas de la grandeza de la España gastronómica. Viendo oficiar a estos ocho jurados, degustando, pensando, tomando nota, mirando a las nubes, diríanse ocho reliquias del apocalipsis al acecho del aroma quisquilloso de una cebolla de gala: hubieron de cumplir con su deber comiendo de una tacada los 48 platos cada uno de los 12 jóvenes chefs que aspiraban a ser el número uno del II Campeonato de Alta Cocina Jesús Oyarbide; ese número uno se lo llevó a casa Andoni Lis Aduri, seguido de Ibon Andraca y el catalán Alex Montiel. Hilario, el dios del Zuberoa guipuzcoano, y Daniel García, del Zortziko de Bilbao, oficiaron también en las cocinas del restaurante Zaldiarán, donde Gonzalo Antón, propietario, creador y director de este certamen, con el coordinador Rafael García Santos, han creado durante cuatro días; de la tierra han hecho el cielo.- ,

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