Entrevista:

"Madrid está poblado de Charos"

Apenas si se han gastado las primeras hojas del calendario vital de Ruth Gabriel (Cádiz, 1975) y ya tiene nombres y fechas grabadas a fuego en el libro del cine de la península Ibérica. De las entrañas del barrio de Maravillas, donde creció, acaba de emerger con fuerza esta jovencísima actriz versátil, cosmopolita e inteligente que ha sorprendido a la crítica por su cálida interpretación de Charo, la heroinómana que protagoniza Días contados, de Imanol Uribe. Ahora sueña con repetir aplausos por su última película, Señales de fuego, del director portugués Luis Felipe Rocha, todav...

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Apenas si se han gastado las primeras hojas del calendario vital de Ruth Gabriel (Cádiz, 1975) y ya tiene nombres y fechas grabadas a fuego en el libro del cine de la península Ibérica. De las entrañas del barrio de Maravillas, donde creció, acaba de emerger con fuerza esta jovencísima actriz versátil, cosmopolita e inteligente que ha sorprendido a la crítica por su cálida interpretación de Charo, la heroinómana que protagoniza Días contados, de Imanol Uribe. Ahora sueña con repetir aplausos por su última película, Señales de fuego, del director portugués Luis Felipe Rocha, todavía no estrenada en España. Entre tanto, saborea el primer fruto de una carrera apenas pespunteada: el Premio Ondas a la mejor actriz, que recogió ayer en Barcelona y que comparte con otras dos compañeras de Días contados.Pregunta. ¿Cuántas Charos conoce?

Respuesta. Conocerlas bien no las conozco, pero el mundo entero está lleno. Madrid mismo, sin ir más lejos, está poblado de Charos. Y ser yonqui en Madrid debe ser muy duro, porque ésta es una gran capital donde la gente lo quiere saber todo y donde no hay término medio: o se compadecen de ellos o los patean.

P. ¿Cómo consiguió introducirse con tanta soltura en un personaje tan duro y desgarrado?

R. Bueno, yo de pequeña iba a jugar a la plaza del Dos de Mayo, donde se reunían muchos heroinómanos, y hablaba con ellos; no era muy consciente del problema, pero no les tenía miedo. Después te crees lo que te cuentan y entonces sí tienes miedo y te alejas, pero nunca hubo rechazo. Para hacer el papel hablé mucho con dos ex yonquis que me localizó un amigo. Nos dieron toda la información sobre la droga, sobre las sensaciones físicas, químicas y mentales, y también sobre ese punto que les hace pasar de la cosa más frívola a la cosa más tierna, y descubrimos todo el amor que tienen esas personas dentro...

P. Se sentiría como pez en el agua rodando por Madrid.

R. Claro. Rodar aquí fue muy, muy cómodo; era reconocer los espacios como tuyos. Pero nos encaramos con cosas que nunca habíamos imaginado. Recuerdo una secuencia en la cama en que Candela y yo teníamos que vernos como lo que éramos, heroinómanas, y lo hicimos, pero se nos puso el corazón en un puño y nos echamos a llorar.

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P. ¿Y qué sintió Charo al descubrir que el hombre que ama es un terrorista?

R. Eso mismo, terror, auténtico terror.

P. Ha terminado en Lisboa el rodaje de su segunda película, Señales de fuego, donde vuelve a interpretar a una española de vida difícil, una mujer de 1936.

R. Sí. Mercedes, el personaje que interpreto, es también fuerte. Pero este rodaje me lo he tomado como un veraneo, como un paseo. Se trata de una mujer más tranquila que tiene que afrontar, en plena guerra civil, el cambio de la adolescencia a la madurez. Aunque, por otra parte, quizá haya sido más duro porque aquí no tenía dónde agarrarme y necesité más concentración. Fue un cambio brusco que me costó mucho.

P. Y mientras espera nuevos proyectos, ¿con qué se relaja?

R. Con la soledad y la esgrima, aunque también me gusta el ajedrez, pero no puedo practicarlo...

P. ¿Por qué no?

R. Porque se me pierden las fichas por el tablero una y otra vez.

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