Cartas al director

¡Pobre mundo!

Ante todo, ¿quién soy yo? Un hombre de 94 años al que la cabeza responde ya mal, pero al que los fármacos le permiten latir el corazón. Un hombre que ha pagado siempre lo que le ha correspondido y hoy no cobra nada de nadie. Soy catalán de sangre, pero nacido en La Coruña, y vivo en Madrid desde 1909, donde he creado una hermosa familia madrileña compuesta de, cinco hijos, 20 nietos y 21 bisnietos, todos sanos y buenos. ¿Puedo pedir más?Nací en 1900 con el rescoldo de nuestras desgraciadas guerras de Cuba y Filipinas y, desde entonces, no he visto más que tremendas guerras que no tienen fin. Y...

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Ante todo, ¿quién soy yo? Un hombre de 94 años al que la cabeza responde ya mal, pero al que los fármacos le permiten latir el corazón. Un hombre que ha pagado siempre lo que le ha correspondido y hoy no cobra nada de nadie. Soy catalán de sangre, pero nacido en La Coruña, y vivo en Madrid desde 1909, donde he creado una hermosa familia madrileña compuesta de, cinco hijos, 20 nietos y 21 bisnietos, todos sanos y buenos. ¿Puedo pedir más?Nací en 1900 con el rescoldo de nuestras desgraciadas guerras de Cuba y Filipinas y, desde entonces, no he visto más que tremendas guerras que no tienen fin. Y con nuestras organizaciones de vida permitimos que cada día mueran. 50.000 niños..., pero eso sí, nuestras organizaciones internacionales, para poner un poco de orden, permiten, bajo amenazas severas -obligan, más bien-, a los ganaderos que tiren la leche y maten sus vacas porque producen demasiado.

Es fácil, pagado por todos, sentarse en buenas butacas, con un cigarro en la boca y una copa de Napoleón calentándose en la mano, dictar esas preciosas órdenes para las cuales bastaría estar en una cueva de trogloditas. Es

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demasiado grave lo que se hace para no darles el sitio adecuado.

¡Pobre ese llamado Tercer Mundo!, del que todos hemos, vivido y vivimos, despojándoles de sus riquezas y fijándoles el precio del oro, de su oro, de sus diamantes, de su uranio, de sus fosfatos, de sus pieles, de, su caucho, etcétera; dejándoles en la mayor miseria, cuando este Tercer Mundo debería ser el gran consumidor del llamado Primer Mundo. Sólo se nos ocurre inventar máquinas para poder echar mano de obra a la calle... Ésa es la gran ilusión de este llamado mundo capitalista que se queda buscando más productividad y quedándose sin clientes.

Hace tiempo que esto se veía venir. Charlot ya lo denunció en su célebre película. Tiempos modernos. Pablo VI habló de las fábricas modernas en las que las materias primas salen ennoblecidas y el hombre degradado. Y además, ¿quién iba a pensar que las pensiones, calculadas para unos 65 a 70 años de vida, iban a prolongarle hasta los 90 o 100 años? Me salgo del tema y ya no puedo más. Tengo que dejarlo. Je suis au bout de mes forces.

Dios quiera que Dios haga el milagro de buscar remedio a tanto horrible mal, con el que despido mi vida que se tambalea ya. Dejo un mundo de horror, ésa es la verdad, sin visión de que mejore. Menos mal que se ponen remedios: tirar la leche.-

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