El látigo de la tormenta

El rayo que mató a Miguel Ángel Luna cayó sin la compañía de la lluvia. Fue el fruto de una tormenta seca. Un fenómeno muy común que se origina, según los expertos, por la inestabalidad de las masas aéreas o por la orografía. Estos factores dan lugar a rápidos movimientos de aire, generalmente ascendentes. El rozamiento de las partículas genera la electricidad de los relámpagos. En el caso de la fulminante descarga de ayer, la extrañeza de los meteorólogos consultados no surge tanto de su génesis -el cielo de Madrid, con unas 15 jornadas de tormenta al año, llevaba ya varios días bajo el signo...

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El rayo que mató a Miguel Ángel Luna cayó sin la compañía de la lluvia. Fue el fruto de una tormenta seca. Un fenómeno muy común que se origina, según los expertos, por la inestabalidad de las masas aéreas o por la orografía. Estos factores dan lugar a rápidos movimientos de aire, generalmente ascendentes. El rozamiento de las partículas genera la electricidad de los relámpagos. En el caso de la fulminante descarga de ayer, la extrañeza de los meteorólogos consultados no surge tanto de su génesis -el cielo de Madrid, con unas 15 jornadas de tormenta al año, llevaba ya varios días bajo el signo de la inestabilidad- sino de que fustigase una zona protegida con dos pararrayos. Como contrapartida, los, expertos señalan que las grandes concentraciones arbóreas de la Casa de Campo actúan como polo de atracción de estas sacudidas eléctricas. Un fenómeno que en 1955 mató en España a 133 personas; cifra que se redujo a cinco en 1980.

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