Tribuna:

BARBARA PROBST SOLOMON Viendo 'Barcelona'

Barcelona, la nueva película de Whit Stillman, cuyo primer trabajo, Metropolitan, una película sobre los jóvenes de Nueva York, causó sensación entre los entendidos, es el gran éxito inesperado del verano. Barcelona, que trata de dos jóvenes de Chicago que andan por Barcelona durante la última década de la guerra fría, responde a la eterna pregunta española: ¿cómo ven España los estadounidenses? La película deja perfectamente claro que no pensamos que España es una isla del Caribe.Stillman, con un ingenioso estilo semejante al de Eric Rohmer, muestra el ambiente de Barcelona ...

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Barcelona, la nueva película de Whit Stillman, cuyo primer trabajo, Metropolitan, una película sobre los jóvenes de Nueva York, causó sensación entre los entendidos, es el gran éxito inesperado del verano. Barcelona, que trata de dos jóvenes de Chicago que andan por Barcelona durante la última década de la guerra fría, responde a la eterna pregunta española: ¿cómo ven España los estadounidenses? La película deja perfectamente claro que no pensamos que España es una isla del Caribe.Stillman, con un ingenioso estilo semejante al de Eric Rohmer, muestra el ambiente de Barcelona (la ciudad se fotografía con elegancia) durante el periodo posterior a Franco, cuando se trastornaron completamente las costumbres políticas y sexuales, y toda española que se preciase estaba en la obligación de parecer progre. Al igual que el resto de la obra de Stillman, esta película tiene cierto carácter autobiográfico, -su esposa es catalana.

En esa época, los últimos años de la guerra fría, la guía de viaje de los estudiantes de la Universidad de Harvard calificaba a España de país impresionante, pero les advertía, que era el país más antinorteamericano de Europa y que no debían tomarse la, agresividad como algo personal o molestarse por las extrañas interpretaciones sobre Estados Unidos.

Stillman utiliza este malentendido cultural para reírse de los tópicos liberales estadounidenses y españoles. No solemos ser capaces de entender un país alejado del nuestro y, sin embargo, proyectamos los asuntos de nuestro propio país sobre otro país lejano. A finales de los años treinta y principios. de los cuarenta, cuando Hollywood era políticamente radical y Roosevelt necesitaba su industria para preparar emocionalmente a Estados Unidos para entrar en guerra contra el Eje, Hollywood produjo un número increíblemente alto de películas, algunas buenas y otras mediocres, en las que la República Española aparecía como símbolo del idealismo más noble. (Al estar ocupada la mayor parte de Europa, en este continente se hicieron menos películas en favor de la República Española).

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Con la llegada de la televisión por cable se han rescatado esas viejas películas y ahora, se ofrecen por la pantalla con tanta frecuencia como las películas estadounidenses del Oeste. En el mítico territorio poblado por las películas de Hollywood, Estados Unidos es eternamente antifascista.

A partir de 1953, cuando Estados Unidos restableció cautelosamente sus relaciones diplomáticas con España, nuestras películas ofrecieron una visión más relativa de la guerra civil; en Last train from Madrid, con Dorothy Lamour, aunque los protagonistas seguían siendo antifascistas, ambos bandos tenian sus víctimas. En La condesa descalza, Ava Gardner simbolizaba, de forma vaga y abstracta, el sufrimiento del pueblo español. Desde mediados de la década de los cincuenta hasta la muerte de Franco, España dejó de ser un símbolo político en las películas estadounidenses. No se hicieron películas en favor de Franco.

Barcelona recoge con considerable ironía el testigo de Hollywood; Stillman hace intencionadamente que el protagonista masculino, un joven oficial de la Marina norteamericana, que llega a Barcelona para preparar la llegada de la Flota estadounidense, se comporte como si nuestro último encuentro con España hubiera sido Por quién doblan las campanas, con un Gary Cooper intentando salvar por su cuenta a la República Española y una Ingrid Bergman representando la castidad de la mujer española.

El oficial de Marina sigue donde lo dejó Cooper, como si el tiempo se hubiera parado en ambos países, y no hace caso de la advertencia de que no se ponga su uniforme de marino que le hacen el cónsul de Estados Unidos y su primo, que se dedica a hacer marketing de la industria estadounidense en Barcelona.

Para asombro del oficial, las mujeres de Barcelona a las que él y su primo persiguen -de voz ronca, fumadoras, de aquí te pillo, aquí te mato para el sexo- no son precisamente la fiel Ingrid. "¿Por qué nos llaman fachas?", se queja. "No es justo; nosotros liberamos a Europa- de los verdaderos fachas, Mussolini y Hitlier ". Su primo explica con hastío: "En Barcelona todo es facha. Es que a las mujeres les gusta usar esa palabra". Tras perder un ojo debido a que un periodista progre publica un rumor que le relaciona con la CIA, el oficial de Marina -al igual que su primo- acaba casándose con su novia barcelonesa. "La ventaja de casarnos con mujeres que no conocen Estados Unidos", dice el oficial de Marina a su primo -el del marketing, "es que se creerán que nuestros defectos personales forman parte de las características nacionales". En una ocasión le dice a su nueva esposa: "No es más que una cuestión de hamburguesas. Los europeos creen que somos tontos porque nos gustan las hamburguesas. Pero los estadounidenses no se comerían las hamburguesas que los europeos creen que son hamburguesas".

No es una casualidad que, a diferencia de las películas de la mayoría de los directores estadounidenses, las de Stillman se basen en el diálogo y sean inteligentes e informalmente literarias: es heredero de Edith Wharton. Y tampoco es casualidad que este guión sobre malentendidos. culturales tuviera que esperar para llevarse a la pantalla a que una generación de jóvenes españoles y estadounidenses se entendiera mutuamente lo suficientemente, bien como para saber cuándo reírse.

es escritora y periodista estadounidense.

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