Fresnedillas se moja en su octava 'batalla marina'

El alcalde, el popular Luis Isidro Cabrero, fue uno de los pocos vecinos que permaneció seco durante toda la mañana de ayer en Fresnedillas (600 habitantes en invierno y 3.000 en verano). Mientras en las calles de este pueblo de secano se celebraba la octava batalla marina, empapando a lugareños y forasteros, Cabrero contemplaba las fiestas desde el balcón de la Casa Consistorial."Es que ayer tuve fiebre y estoy muy ronco. Además llevo en el bolsillo dinero del Ayuntamiento", se disculpé el primer mandatario, argumentando en su defensa que era el primer año que no se mojaba. El segund...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

El alcalde, el popular Luis Isidro Cabrero, fue uno de los pocos vecinos que permaneció seco durante toda la mañana de ayer en Fresnedillas (600 habitantes en invierno y 3.000 en verano). Mientras en las calles de este pueblo de secano se celebraba la octava batalla marina, empapando a lugareños y forasteros, Cabrero contemplaba las fiestas desde el balcón de la Casa Consistorial."Es que ayer tuve fiebre y estoy muy ronco. Además llevo en el bolsillo dinero del Ayuntamiento", se disculpé el primer mandatario, argumentando en su defensa que era el primer año que no se mojaba. El segundo, en realidad, porque en 1992 no se mojó nadie. La sequía obligó a suspender la batalla marina, que nació hace ocho años cuando unos vecinos decidieron refrescarse a manguerazos. Más tarde la ducha se institucionalizó, y ayer participaron más de 500 personas.

Las 13.30 era la hora H. Los soldados cargados con cubos y en su mayoría en bañador, se agrupaban en torno a las tres fuentes del municipio y a los bidones metálicos que el Ayuntamiento había instalado por las calles para recargar munición.

Al grito de guerra de "¡Qué sequito estás!", le seguía la ducha. Los hay preparados, como un vecino que espera en bañador tumbado en una toalla sobre la valla de piedra de su casa, y también de los que no se enteran, como un irascible feriante que con una barra de hierro en la mano vigilaba su puesto para que no se acercase nadie y le mojase el material. Fue en vano su tenderete estaba al lado de una fuente.

El resto: ¡tranquilo!, todos lo tienen asumido, hasta las 14.30 el agua puede venir de cualquier sitio. Dos niños se parapetan con cubos tras el balcón de su casa, una pareja se esconde en un bar, y todo el pueblo camina empapado.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Archivado En