Tribuna:

Cuba, No, No

Hace ya muchos años que Cuba ha caído. También en 1975 el franquismo llevaba mucho tiempo derrotado. Sin embargo, Franco decidió morir de manera siniestra enviando su enterado de muerte a cinco jóvenes. Murieron por horas y el martirio fue inútil para verdugos y víctimas. Una bala última y perdida. Sirvió tan sólo para que aquel viejo cerrara con cruel perfección formal el círculo de sangre que fue su vida. Por lo demás, todo estaba desatado y bien desatado. Hace años que Castro se pasea por el mundo como un cadáver político. Es tristísimo verle, de año en año, en las sucesivas c...

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Hace ya muchos años que Cuba ha caído. También en 1975 el franquismo llevaba mucho tiempo derrotado. Sin embargo, Franco decidió morir de manera siniestra enviando su enterado de muerte a cinco jóvenes. Murieron por horas y el martirio fue inútil para verdugos y víctimas. Una bala última y perdida. Sirvió tan sólo para que aquel viejo cerrara con cruel perfección formal el círculo de sangre que fue su vida. Por lo demás, todo estaba desatado y bien desatado. Hace años que Castro se pasea por el mundo como un cadáver político. Es tristísimo verle, de año en año, en las sucesivas cumbres de países suramericanos, cada vez más impotente, espectral y cansado. Ni la última guayabera, donde antes hubo el verde oliva, produjo algo más que aflicción o indiferencia.Pero convendría evitar la bala última y perdida. Y evitar, también, que la isla se convierta en el Fort Apache televisivo del inicio de temporada. Anda mal la CNN (y la CNN somos todos): ni la antigua Yugoslavia ni mucho menos Ruanda han sido platós adecuados. Pero Cuba... Cuba lo tiene todo: mito universal, proximidad a la imperial metrópoli -las diferencias horarias son en buena parte irrelevantes: eso en televisión es decisivo- y un espeso y brillante arsenal de literatura -y de literatos- para llenar los tiempos muertos. Y el sol y el son. En el horizonte de la desdicha nada aparece con semejante potencia icónica.

Contra la bala inútil y su puñado de pequeñas muertes, por la postrera dignidad de no verse envueltos en una superproducción catódica, los cubanos que puedan y manden deberían asumir, en un gesto que combinara razón y altivez, lo que el presente lleva ya tiempo dictando. Que sean ellos, con orgullo triste, los que digan: "Es el fin". Que impidan el The end. No hay ya otra batalla.

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