Entrevista:

"El alcalde es una versión edulcorada de Ricitos de Oro"

Gasta una sotobarba cana y sombrero para enmarcar su rostro y que no se le escapen los gestos. Porque gestos, manos y voz son las herramientas de Federico Martín, 49 años, contador de, cuentos, que concluye hoy su curso sobre el arte de Serezade Las siete lenguas del cuento en la XIX escuela de verano de Acción Educativa. Es de La Vera (Cáceres), donde aprendió latines y liturgias, pasó por la Facultad de Letras y la Escuela de Arte Dramático, y terminó de maestro en los años setenta. Entró entonces a formar parte del grupo Acción Educativa de renovación de la escuela y con ellos recorr...

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Gasta una sotobarba cana y sombrero para enmarcar su rostro y que no se le escapen los gestos. Porque gestos, manos y voz son las herramientas de Federico Martín, 49 años, contador de, cuentos, que concluye hoy su curso sobre el arte de Serezade Las siete lenguas del cuento en la XIX escuela de verano de Acción Educativa. Es de La Vera (Cáceres), donde aprendió latines y liturgias, pasó por la Facultad de Letras y la Escuela de Arte Dramático, y terminó de maestro en los años setenta. Entró entonces a formar parte del grupo Acción Educativa de renovación de la escuela y con ellos recorre ahora los caminos contando y enseñando a contar cuentos.Pregunta. ¿Cómo han hecho los cuentos para saltar de las estanterías y colarse en los bares de copas?

Respuesta. En Madrid han surgido los cuenteros, actores sin trabajo que a falta de otra cosa se dedican a géneros menores. En momentos de crisis el teatro oficial se lleva todas las subvenciones y los actores tienen que coger el hatillo.

P. ¿Necesita Madrid un cuentódromo?

R. Un cuentódromo no, pero necesita rincones, plazas, chimeneas en las casas donde imitar a Serezade. El cuentero necesita un escenario y luces, porque es actor, pero el contador de cuentos no tiene cuerpo, sino voz, y prefiere las sombras.

P. ¿Quién es mejor contador de cuentos: González, Aznar o Anguita?

R. El mejor es Felipe, que hizo creer una fábula fantástica a este país. Él tiene la voz, justo lo que le falta a Aznar, que está más cerca de la coz. A Anguita le sobra presencia, pesa demasiado para que aparezca la utopía.

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P. ¿Qué le parece la política cultural municipal?

R. Madrid fue un día un jardín y ahora es un erial.

P. ¿Cómo ha sido eso?

R. Cuando Madrid era la sospecha de un vergel apareció el bandido Bocanegra y el conde Matanzo y convirtieron en sospecha lo sospechoso. Y luego llegó Álvarez del Manzano, que es una versión edulcorada de Ricitos de Oro en versión Walt Disney.

P. ¿A quiénes de los que viven del cuento denunciaría por intrusismo profesional?

R. A los malos actores, los malos poetas, los malos profesionales, y a todos los que ocupan puestos que no les corresponden.

P. ¿Sabe de algún cuento que haya estado prohido?

R. Ha habido cuentos prohibidos, castrados y silenciados. Caperucita Roja ha sido transformado de manera cruel por la moral del XIX. Un cuento que termina con un juego erótico, cuando el lobo se come a la niña, la moral vigente le añade un cazador que mata al lobo, le llena la tripa de piedras y lo tira al río. Eso sí que es crueldad inútil.

P. ¿Por qué se critica la violencia en televisión si los cuentos tradicionales siempre han sido violentos?

R. La de los cuentos es una violencia de ida y vuelta. El contador está presente y en función de las reacciones del niño regula la intensidad de la violencia. La televisión no se apaga sola.

P. ¿Cómo despegaría a un niño de la consola de videojuegos?

R. Los niños de ahora y de siempre necesitan a papá o mamá en camisón antes que cualquier aparato con botón. Es la presencia corporal la que hace del cuento el pretexto para el contacto humano.

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