MUNDIAL 94

Alemania sacia su apetito con Bélgica

El discurrir del campeonato parece haber abierto el apetito a la campeona. Los alemanes se tragaron en poco menos de media hora a Bélgica, un plato que acostumbra a resultar indigesto. No tuvo opción el equipo de Paul Van Himst. Llegada la hora de la verdad ya no vale ir de tapado como siempre le ha gustado. Incómodo precisamente por estar flirteando con la derrota en cada compromiso de la fase previa, Vogts apeló a la vieja guardia y a tipos más discretos como Wagner.Necesitaba recuperar la fe en si mismo el campeón, y se encontró con la credencial de Rudy Völler, un jugador que estaba de una...

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El discurrir del campeonato parece haber abierto el apetito a la campeona. Los alemanes se tragaron en poco menos de media hora a Bélgica, un plato que acostumbra a resultar indigesto. No tuvo opción el equipo de Paul Van Himst. Llegada la hora de la verdad ya no vale ir de tapado como siempre le ha gustado. Incómodo precisamente por estar flirteando con la derrota en cada compromiso de la fase previa, Vogts apeló a la vieja guardia y a tipos más discretos como Wagner.Necesitaba recuperar la fe en si mismo el campeón, y se encontró con la credencial de Rudy Völler, un jugador que estaba de unas con su hinchada por haber renunciado en su día al equipo nacional. Vogts le pidió que regresara, y él aceptó con una sóla condición: la titularidad. Tardó el técnico en cumplir su palabra. El jugador, no.

El primer tiempo fue un monólogo del ariete del Olímpico Marsella. Völler, sin embargo, no ha perdido ni el olfato ni las ganas de jugar a fútbol cumplidos los 34 años. Quizá porque a su lado estaba otro ilustre veterano, su compañero de ataque en Italia, Klinsmann. Völler se abrazo con el gol.

La primera parte fue un monólogo (le un delantero que no le hace ascos a la zamarra con el número 13. Völler cazó de inicio un balón a espaldas de la defensa belga y lo cruzó al palo largo. Dos minutos después estaba ya en su área dispuesto a coger el rechace a la salida de una falta. Despejó el cuero, pero entre su cabeza y la espalda de Buchwald, el balón quedó a merced de Grun. No se descorazonó Voller. Tardó sólo otros tres minutos en fabricar con Klinsmann el segundo. Luego pareció darse un respiro para de nuevo emerger. Un cabezado suyo mandó a los belgas para su casa.

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