Tribuna:

Recitales

Algunos de los que en el 82 nos colocamos al lado del PSOE para cambiar el mundo, o sea, para modificar la realidad (ya conocen el discurso), teníamos entonces hijos pequeños. Aquellos niños, que (cómo pasa el tiempo) nos sacan ahora la cabeza, el dinero y a veces los colores, han salido mayormente objetores de conciencia, cuando no insumisos. Tampoco es raro que hayan salido así, si recordamos los recitales anti-OTAN, presididos por González y Guerra, que tuvieron que aguantar los pobres, a pleno sol, sobre nuestros hombros.Algunos de aquellos niños, cuyo peso añoramos, han estado o están en ...

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Algunos de los que en el 82 nos colocamos al lado del PSOE para cambiar el mundo, o sea, para modificar la realidad (ya conocen el discurso), teníamos entonces hijos pequeños. Aquellos niños, que (cómo pasa el tiempo) nos sacan ahora la cabeza, el dinero y a veces los colores, han salido mayormente objetores de conciencia, cuando no insumisos. Tampoco es raro que hayan salido así, si recordamos los recitales anti-OTAN, presididos por González y Guerra, que tuvieron que aguantar los pobres, a pleno sol, sobre nuestros hombros.Algunos de aquellos niños, cuyo peso añoramos, han estado o están en la cárcel por ser coherentes con nuestros recitales, y no se lo podemos reprochar: les salieron los dientes oyendo a Paco Ibáñez. Otros están en universidades que detestan, o en el paro. Les prometimos que íbamos a cambiar el mundo, a modificar la realidad (ya saben), y los pobres se encuentran perplejos frente a un páramo sin horizonte. Ahora a los insumisos les van a quitar el carné de conducir, además de prohibirles mantener relaciones con el Estado. Casi mejor, porque con la cantidad de materia fecal que está apareciendo dentro de ese Estado, un chico sano puede cogernos cualquier cosa.

Yo no sé en qué línea de pensamiento habrán trabajado los expertos en campañas del PSOE para reclamar nuestro voto en las europeas, pero, si me permiten un consejo, les diría que se acuerden de aquellos niños que perdieron la infancia en un recital. O sea, que les expliquen a ellos y a sus padres cómo puede uno regresar a casa, después de haberles votado, sin que se le caiga la cara de vergüenza. Decía un personaje de Le Carré que el secreto de la vida consiste en hacerse viejo sin hacerse mejor. Quizá sea cierto, pero no es lo que aprendieron sobre nuestros hombros.

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