Tribuna:DEFENSORA DEL LECTOR

Una propuesta americana: códigos éticos públicos

Desde hace algunos meses, organizaciones periodísticas de todo el mundo están enfrascadas en una discusión importante: cómo mejorar la práctica del periodismo, es decir, cómo informar mejor, con mayor veracidad, exactitud, honestidad y equidad. El objetivo tiene sin duda una vertiente, egoísta: muchas encuestas norteamericanas, británicas y francesas están reflejando una progresiva pérdida de credibilidad de los medios, de comunicación. Estudios realizados en Estados Unidos y Reino Unido indican además que esa pérdida de credibilidad es merecida. Howard Kurtz, el especialista en medios de comu...

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Desde hace algunos meses, organizaciones periodísticas de todo el mundo están enfrascadas en una discusión importante: cómo mejorar la práctica del periodismo, es decir, cómo informar mejor, con mayor veracidad, exactitud, honestidad y equidad. El objetivo tiene sin duda una vertiente, egoísta: muchas encuestas norteamericanas, británicas y francesas están reflejando una progresiva pérdida de credibilidad de los medios, de comunicación. Estudios realizados en Estados Unidos y Reino Unido indican además que esa pérdida de credibilidad es merecida. Howard Kurtz, el especialista en medios de comunicación de The Washington Post, señala que en 1967 el 73% de los norteamericanos leía diariamente un periódico y que en 1991 sólo lo hace un 51%.

La fórmula de Kurtz para luchar contra este fenómeno es aparentemente sencilla: "Go back to the future" (retroceder hacia el futuro).

Volvamos a escribir sobre injusticias y ultrajes, pide Howard Kurtz, a contar lo que las autoridades no quieren que se sepa, prestemos mayor atención a la condición humana y olvidemos los planteamientos abstractos, seamos capaces de romper la tiranía de los expertos (que nunca descubrieron la bancarrota de un banco ni intuyeron el impacto del sida), recuperemos el gusto por la buena escritura, y neguémonos a llenar los periódicos de. conferencias de prensa y actos oficiales...

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Recuperar credibilidad hoy día supone también, y muy principalmente, luchar contra uno de los efectos más funestos de la actual crisis económica y de la competencia desatada: el deslizamiento, casi inconsciente, hacia el sensacionalismo y la falta de veracidad, honestidad y equidad.

Cientos de periodistas en todo el mundo están promoviendo reuniones y debates sobre cómo hacer frente a este problema. En definitiva, sobre cómo extender y defender el respeto por los lectores.

En EE UU, el debate se ha centrado en tomo a una propuesta de la Associated Press Managing Editors (que reúne a los jefes de redacción de todos los diarios. norteamericanos miembros de la AP). La idea es que los periódicos suscriban una declaración escrita de normas éticas, que sería publicada por esos mismos periódicos y que formaría parte de los planes de estudios de las escuelas de periodismo.

Prácticamente, todos los periódicos no sensacionalistas del mundo funcionan ya de acuerdo con unos principios éticos comúnmente aceptados por la profesión periodística. Pero no es frecuente que esos principios se traduzcan en reglas escritas, ni mucho menos que se hagan públicas.

Sería absurdo pretender que los periódicos que trabajan sin esas normas escritas son deshonestos. Algunos de los mejores diarios del mundo no poseen códigos de este tipo. Y, por el contrario, algunos que los tienen no los respetan.

Aun así, no cabe duda, de que la existencia de normas escritas y públicas supone una garantía añadida para los lectores. E, igualmente importante, reforzaría el trabajo profesional de los periodistas, alejándolos de tentaciones partidistas o sensacionalistas.

La Organización de Ombudsman de Periódicos, a la que: pertenece la Defensora del Lector de EL PAÍS, no ha permanecido al margen de este debate. En su reunión anual, celebrada hace tres semanas en Minnessota (EE UU), ha discutido el código de la Associated Press y ha llegado a la conclusión de que sería un buen instrumento para protegerles a ustedes de nuestros vicios y errores.

La decisión de adoptar o no un código de este tipo corresponde finalmente a las redacciones, pero no estaría mal que los lectores participaran también en el debate: ¿creen ustedes que los periódicos deben asumir públicamente un catálogo de normas éticas?, ¿quieren ustedes que EL PAÍS promueva esa discusión y amplíe el suyo?

EL PAÍS, como ustedes saben, posee ya unos "principios éticos" que figuran como introducción de su Libro de estilo desde la primera edición, en 1977, pero nunca los ha publicado en el propio diario. La mayoría de esas normas están incluidas también en el proyecto de declaración de la APME, aunque el texto norteamericano es, a veces, más tajante. Por ejemplo, pide que los periodistas se nieguen, salvo en casos muy justificados, a citar fuentes no identificadas.

El texto de la APME aconseja también normas desconocidas para nosotros, como exigir que los periodistas no puedan realizar su trabajo en áreas donde tengan intereses particulares (por ejemplo, información económica si poseen acciones de Bolsa o crítica artística si son asesores de una galería).

Recomienda que los periodistas actúen como "perros guardianes" de las principales instituciones de la sociedad y que controlen la conducta de las finanzas públicas, tanto del Gobierno como del sector privado, pero recuerda que la prensa es una de esas instituciones y que, como tal, debe ser vigilada.

No crean que asumir públicamente una declaración de normas éticas es un tema fácil. Buena parte de los servicios jurídicos de los periódicos norteamericanos, por ejemplo, están en contra porque temen que pueda ser utilizada judicialmente en contra de los propios diarios. Algo así como dar armas al enemigo para que te fusile si te equivocas. Una vez más son ustedes, los lectores, los que pueden tener una influencia decisiva. Si quieren que los diarios asuman una declaración de normas éticas, exíjanlo.

Ayer soy, mañana fui

Es competencia de la Defensora del Lector plantear temas como el que acabo de presentarles. También lo es corregir errores concretos que ustedes denuncien.

En la reunión de Minnessota comprobé que los problemas que irritan a los lectores de EL PAÍS son parecidos a los que provocan las quejas de los lectores de cualquier parte del mundo. Incluso constaté, con cierta tranquilidad, que este periódico no ostenta el récord mundial de erratas, como temía, sino que corresponde a The Times (78 equivocaciones en una sola página).

Pero permítanme que reseñe hoy un error exclusivamente nuestro. Algunos redactores de EL PAÍS tienen la sorprendente manía de escribir verbos en tiempo presente junto a adverbios de pasado. La peste se ha contagiado a todas las secciones, pero probablemente es la de Internacional la más enferma. En sus páginas son habituales pies de foto como éste: "Un cantor ritual xhosa entona ayer... ".

Varios lectores han llamado para mostrar su disgusto. Lorena Muñiz y Ángeles Olivera, de Barcelona, han preferido enviar una carta bastante enfadada. Tengo la esperanza de que los periodistas comprendan su error al leer las coplillas que envió, desde Tubinga (Alemania), el profesor Francisco Oroz. El estribillo dice así:

"Ayer soy

mañana fui,

sin saber qué decir de hoy,

a la moda de EL PAÍS".

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