Los portugueses creen que los responsables del régimen de Salazar debieron ser juzgados

Veinte años después de la caída de la dictadura, la mayoría de los portugueses considera que los principales responsables del régimen y de sus fuerzas de represión deberían haber sido juzgados. Según los resultados de un sondeo realizado la semana pasada por la empresa Norma para la radio privada TSF, el 57% de los entrevistados comparte esta opinión, contra un 17% que aprueba el borrón y cuenta nueva sobre los crímenes del salazarismo.

El hecho de que un portugués de cada cuatro no tenga opinión sobre el asunto refuerza, entre la mayoría, la convicción de que la democracia triunfan...

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Veinte años después de la caída de la dictadura, la mayoría de los portugueses considera que los principales responsables del régimen y de sus fuerzas de represión deberían haber sido juzgados. Según los resultados de un sondeo realizado la semana pasada por la empresa Norma para la radio privada TSF, el 57% de los entrevistados comparte esta opinión, contra un 17% que aprueba el borrón y cuenta nueva sobre los crímenes del salazarismo.

El hecho de que un portugués de cada cuatro no tenga opinión sobre el asunto refuerza, entre la mayoría, la convicción de que la democracia triunfante fue demasiado generosa con sus enemigos declarados. El perdón de las ofensas llegó tan lejos que las nuevas generaciones, que no recuerdan la dictadura ni los primeros años de la transición, no se consideran suficientemente informadas para tomar posición.Pero el sondeo -y sus resultados- son el producto de la violenta polémica que se desarrolla en Portugal, desde hace varias semanas, acerca de las conmemoraciones del vigésimo aniversario de la revolución de los claveles y de las tentativas de rehabilitación del régimen derribado por un grupo de jóvenes militares, sin efusión de sangre y en ambiente de verbena.

La piedra del escándalo fue el segundo de una serie de cuatro debates organizados por la televisión privada SIC -del grupo Sojornal, propietario del Expresso- sobre la policía política de la dictadura, la siniestra PIDEDGS, con la participación del inspector Oscar Cardoso, célebre verdugo que ejerció su talento en Angola, Guinea Bissau y Portugal. El policía no se limitó a negar haber cometido u ordenado cualquier crimen. Cuestionó hechos históricos tales como la existencia del campo de concentración del Tarrafal (en Cabo Verde), donde perecieron decenas de antifascistas portugueses, cuyos restos fueron transportados a Portugal después de la revolución y enterrados, con honras nacionales, en el cementerio del Alto de Sáo Joáo, en Lisboa, o el asesinato cerca de Badajoz del general Humberto Delgado, candidato (probablemente vencedor, pero víctima de un gigantesco fraude) de la oposición democrática a las elecciones presidenciales de 1959, crimen confesado por sus autores directos y juzgado en un tribunal después de la restauración de la democracia.

Residencias confortables

Cardoso negó la utilización de la tortura, describió las cárceles como residencias confortables donde los presos políticos eran bien alimentados, y afirmó que el pueblo portugués siempre manifestó el mayor apoyo y respeto a una policía política que disponía, en 1974, de un fichero donde estaban registrados los más íntimos pormenores de la vida privada de cuatro millones de personas, más de la mitad de la población adulta de un país con nueve millones de habitantes. -Pero lo que más indignó a la opinión pública -durante una semana, las protestas llenaron casi por completo las secciones de editoriales, opinión y cartas de lectores de toda la prensa lusa- fue el trato dado por los entrevistadores al ex verdugo, la no participación del partido comunista (el partido con más experiencia por haber sido durante décadas la víctima principal de la PIDE como principal fuerza de oposición organizada en la clandestinidad) y la ausencia de contestación de las más obvias y objetivas mentiras de Cardoso. "Me sentí humillado porque hace 20 años tuve miedo de este hombre y él no tiene miedo de nada, ni siquiera de ser llamado mentiroso", escribió un lector.

Políticos y militares de la extrema derecha intentan demostrar a posterior que la guerra colonial. fue una "guerra justa" contra "terroristas y comunistas" y las fuerzas subversivas que los apoyaban en Portugal. Y estas guerras estaban "militarmente ganadas", aseguran los revisionistas de la historia, cuando un puñado de "traidores y cobarde? resolvieron entregar "el 90% de la patria", o sea, las "provincias ultramarinas" a Moscú y a la codicia del "capitalismo internacional". Puestos a la defensiva y sorprendidos de verse de nuevo en el banquillo, los descolonizadores entreabren sus archivos y sus memorias y revelan algunos de los secretos vergonzantes del viejo régimen.

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Angola y Mozambique

Se sabe ahora que Caetano hizo tímidas tentativas para negociar una solución política para Angola y Mozambique, confirmando lo que todo el mundo sabía en 1974: que 13 años de guerras en tres frentes africanos habían agotado totalmente las reservas humanas y financieras del pequeño y pobre Portugal, pero que los ultras del régimen fascista se obstinaban, con toda la fuerza de un sistema represivo asfixiante, en bloquear todas las aperturas y todas las reformas.Los representantes de este régimen inmovilista y bloqueado quieren hacer creer ahora que el golpe de Estado del 25 de abril de 1974 les impidió llevar a cabo la transición y descolonizar con el mayor respeto de los derechos humanos.

Sobre el telón de fondo de una sociedad profundamente despolitizada, donde fútbol, religión y superstición van del brazo con la política-espectáculo y la manipulación de los medios audiovisuales para fines comerciales, el ultranacionalismo profesado por el joven y derechista líder del Partido Popular, Manuel Monteira, parece más cercano al salazarismo que al democristiano CDS del que pretende ser el continuador más moderno.

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