LAVAPIES: PERROS Y CACAS

Unos con azufre...

Las aceras y la calzada de adoquines de la calle del Espino, en Centro, parecen, desde el día 19, el camino de baldosas amarillas de la película El mago de Oz. Los vecinos las embadurnan con azufre para alejar a los perros, que repelen el olor de esa sustancia. Sostienen los residentes que al ser su pequeña calle -no tiene más de 60 metros de largo por unos cuatro de ancho- un lugar recóndito, mucha gente del barrio lleva allí a sus canes a que descarguen intestinos y vejigas. El resultado es que la vía pública se ha convertido "en una especie de cagadero municipal", como dice una de la...

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Las aceras y la calzada de adoquines de la calle del Espino, en Centro, parecen, desde el día 19, el camino de baldosas amarillas de la película El mago de Oz. Los vecinos las embadurnan con azufre para alejar a los perros, que repelen el olor de esa sustancia. Sostienen los residentes que al ser su pequeña calle -no tiene más de 60 metros de largo por unos cuatro de ancho- un lugar recóndito, mucha gente del barrio lleva allí a sus canes a que descarguen intestinos y vejigas. El resultado es que la vía pública se ha convertido "en una especie de cagadero municipal", como dice una de las vecinas, María Teresa García.Pancartas

Además del azufre, los habitantes de los tres portales del callejón han colocado dos pancartas que rezan "Stop perros. Calle del azufre"; no sólo "para avisar a los dueños de los animales, sino para llamar la atención", según María Moreira, una de las promotoras del maquillaje sulfúrico. "Es que ya no podemos más", se queja su marido, Pedro Rodríguez, "el olor es insoportable, y encima tienes que salir del portal sorteando cagadas". "Lo peor es que los dueños de los perros o se lo toman a cachondeo o se meten contigo", añade Eugenio Lapeña.

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La protesta vecinal alcanza también al Ayuntamiento. "No nos hacen ni caso", dice María. "Aquí sólo hay un barrendero", continúa, "que parece una señorita, porque se niega a recoger las cacas. Lo único que hace es regar, pero como esta calle está adoquinada, la mierda no resbala sino que forma una pasta asquerosa entre los adoquines".

A los chuchos y a sus amos, por su parte, no parecen impresionarles mucho las advertencias de los vecinos. Y es que la fama de la calle del azufre parece traspasar las fronteras del barrio. El viernes al mediodía un pequinés de seis años, Coqui, se paseaba tan orondo en la calle y levantaba la pata allí donde no había azufre. Su dueño, Juan García, comentaba que, aunque él vive en la calle de Quintana, en Moncloa, había aprovechado que tenía que llevar a su esposa a un recado en la zona para acompañar a pasear al perro.

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