Tribuna:

Felicitaciones sin celebración

Nos anuncian una lenta salida de a crisis, que será duradera pero difícil. Aceptemos este augurio y deseemos que los agentes económicos y políticos no se equivoquen ni en el ritmo ni en el sentido del fenómeno. No han sabido controlar la crisis, que, sin duda, podría haber durado. menos tiempo. ¿Sabrán controlar el periodo posterior a la crisis, que plantea tantos problemas como resuelve?El mundo ha cambiado profundamente desde el fin de lo que el economista francés Jean Fourastié llamó los "treinta [años] gloriosos". Ha cambiado ideológica, estratégica, política, social y culturalmente tanto ...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

Nos anuncian una lenta salida de a crisis, que será duradera pero difícil. Aceptemos este augurio y deseemos que los agentes económicos y políticos no se equivoquen ni en el ritmo ni en el sentido del fenómeno. No han sabido controlar la crisis, que, sin duda, podría haber durado. menos tiempo. ¿Sabrán controlar el periodo posterior a la crisis, que plantea tantos problemas como resuelve?El mundo ha cambiado profundamente desde el fin de lo que el economista francés Jean Fourastié llamó los "treinta [años] gloriosos". Ha cambiado ideológica, estratégica, política, social y culturalmente tanto como económicamente, y no es ser pesimista el expresar aquí un temor en forma de preguntas.

¿Hemos captado la magnitud exacta de este cambio? ¿Ha evolucionado el sistema internacional hasta el punto de ser capaz de asumir hoy un mundo nuevo? ¿Se ha renovado el pensanúento político hasta el punto de comprender, de explicar, de manejar una realidad diferente a aquella a la que estaba acostumbrado? ¿Han definido los sindicatos y las organizaciones profesionales una actitud que les permita afrontar el problema que plantea el trabajo, convertido en un bien escaso después de haber sido un bien abundante?

¿Ha comprendido el Occidente euro-estadounidense que el meridiano del poder económico mundial ya no pasa por Londres, ni por Nueva York, ni por San Francisco, sino que duda entre Tokio, Pekín, y tal vez Bombay? ¿Se da cuenta ese mismo Occidente de que su ideología liberal, que era necesaria cuando tenía como enemiga la ideología soviética, debe desaparecer hoy para afrontar con conceptos nuevos un mundo más complejo, en el que la relación entre lo económico, lo social y lo político ya no es la que era? En otras palabras, ¿está Occidente dispuesto a dar al Estado lo que pertenece al Estado sin discutir al mercado lo que le corresponde? ¿Están los países de elevada renta y bajo índice demográfico decididos a tomar conciencia de que su nivel de consumo no es generalizable y de que el tercer Estado del mundo de hoy espera recibir su parte de poder, de saber y de riqueza? ¿Sabe el hombre blanco, "seguro de sí mismo y dominador", cómo sobrevivir en un mundo del que ya no es el amo? ¿Se preocupa por la rebelión de todos los que aspiran a apropiarse de sus herramientas sin adoptar sus valores, su cultura, sus modos de organización? ¿Es consciente Europa occidental de que hoy corre mucho más peligro del que corría cuando fue fundada para hacer frente a una amenaza hoy desaparecida? ¿Está dispuesta a recuperar una unidad que respete su diversidad, sin duda, pero que sea fuerte y emprendedora frente a la cuádruple amenaza que representan la hegemonía de Estados Unidos, la expansión de Asia, la inestabilidad y las ambiciones de Europa del Este y el Mediterráneo?

Haz que tu opinión importe, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

¿Han elaborado nuestros líderes un concepto nuevo de la escuela y de la Universidad que fomente al mismo tiempo la democratización y la excelencia académica, que favorezca a la vez la adquisición de saber y la de métodos y curiosidad, que armonice el ritmo rápido de la evolución de los conocimientos y el ritmo lento de los procesos pedagógicos, que conserve, por esencial, la idea de que el saber sólo se encuentra en la alianza íntima en cada individuo entre la especialización útil y la cultura general significativa?

¿Están los intelectuales, de los que el mundo espera que dejen de guardar silencio, se nieguen a estar sometidos y estén dispuestos a convertirse de nuevo en vigilantes de una humanidad que está harta de oír bullir bajo sus pies un milenio ya muy cercano cuyo sentido no entiende ni adivina y cuyas promesas, a causa del miedo, terminará por desperdiciar?

Felicitación sin celebración para un ser humano que se pregunta por quién doblan las campanas, ya que no sabe en qué condiciones podrá volver a sonar para él el ángelus del alba?

Edgard Pisani es presidente del Instituto del Mundo Árabe de París y de la revista L`Événement Européen.

Archivado En