Editorial:

Sin madurar

ES POSIBLE que, si hay que negociar, sea mejor hacerlo con Herri Batasuna (HB) que con ETA directamente. Pero antes de considerar esa posibilidad habría que demostrar que es necesario o conveniente negociar. Si se admite que la experiencia indica que no sirve de nada hablar con los terroristas, y seconsideraa1a vez que ETA y HB son la misma, cosa, no acaba de entenderse por qué sería tan importante el cambio de interlocutor. Da la impresión de que ese giro en la estrategia antiterrorista que se anuncia, o insinúa, o del que en todo caso se habla estos días, está poco maduro.Los argumentos esgr...

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ES POSIBLE que, si hay que negociar, sea mejor hacerlo con Herri Batasuna (HB) que con ETA directamente. Pero antes de considerar esa posibilidad habría que demostrar que es necesario o conveniente negociar. Si se admite que la experiencia indica que no sirve de nada hablar con los terroristas, y seconsideraa1a vez que ETA y HB son la misma, cosa, no acaba de entenderse por qué sería tan importante el cambio de interlocutor. Da la impresión de que ese giro en la estrategia antiterrorista que se anuncia, o insinúa, o del que en todo caso se habla estos días, está poco maduro.Los argumentos esgrimidos hasta el momento en favor de tal giro son los siguientes: que ya no es ETA la que dirige a HB, sino la Koordinadora Abertzale Sozialista (KAS) la que dirige a la banda, y que los jefes de KAS y los de HB son las mismas personas; que las rupturas con la violencia se han producido siempre por la izquierda -ETA-berri, Saioak, ETA (VI)...- y no por el lado del nacionalismo, como pretende el PNV a través de la vía Azkoiti; que en el mundo- del radicalismo hay ahora un sector izquierdista que lo que quiere es hacer política y al que los planteamientos sectarios del PNV no le dicen nada, mientras que podría ser receptivo a los de los socialistas sobre asuntos culturales, de enseñanza, etcétera.

Pueden ser elementos a tener en. cuenta, pero, ni son los únicos a considerar ni dejan de estar sometidos a controversia. De entrada, la experiencia indica que intentos anteriores de diálogo con HB fracasaron no sólo porque sus representantes no tenían la última palabra, sino también porque sus dirigentes tenían personalmente poco que ganar con el fin de ETA, a cuyos atentados debían su notoriedad e influencia. Pero, sobre todo, si el motivo fundamental del cambio de estrategia es que el mundo de ETA y HB interpretaba los contactos y recados vanos como la evidencia de que la negociación política no sólo era posible, sino inminente, resulta absurdo volver a empezar, aunque el interlocutor acuda vestido de civil.

La situación de las cárceles es un síntoma de la pérdida de fe de los activistas en aquello que les movió a matar: la rendición del Estado, obligado a negociar la alternativa KAS. La irrealidad de tal planteamiento es hoy tan absolutamente evidente que ha acabado por traspasar los muros de las prisiones -y los blindajes ideológicos de los abogados de la causa-.

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No parece muy inteligente devolverles la moral con expectativas de negociación, incluso si ésta versa sobre cuestiones menos sugestivas que la autodeterminación. La experiencia de todos los movimientos terroristas de la historia demuestra que para los activistas lo de menos es el objetivo (la demolición del Imperio Romano, la edad de jubilación o los derechos de las cobayas), siempre que quede claro que ha sido alcanzado merced a la violencia. Toda concesión imputable a la influencia de ésta no frena la espiral, la alimenta.

La cosa se agrava si la iniciativa es presentada de manera que sea inevitable que el PNV y los, demás firmantes del Pacto de Ajuria Enea la interpreten como un intento de sustituir el acuerdo consensuado por la gestión unilateral. Cuando fue el PNV, tras la detención de la cúpula de ETA, el que se enredó en unas absurdas conversaciones con HB, los demás partidos le reprocharon con razón estar cuestionando el fondo y la forma del pacto: el fondo, por alentar peligrosas expectativas en las filas del entramado terrorista; la forma, porque suponía romper el consenso. Que el PSE-PSOE se sorprenda ahora de la perplejidad de sus socios revela escasa perspicacia o mero cinismo.

Pero lo que ya resulta inconcebible es que a alguien se le ocurra abrir una brecha entre los socialistas y los nacionalistas precisamente cuando -merced a la tarea del consejero, Atutxa al frente de la Ertzaintza y a la estupidez de ETA atentando contra ella- el PNV parecía optar, aunque no sin vacilaciones, por la solidaridad democrática y estatutista frente a la intracomunitaria entre nacionalistas moderados y radicales: aquello que siempre, se consideró condición necesaria para acabar con ETA.

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