GENTE

Godofredo Chicharro

ha sido uno de los 26 restauradores españoles de la Federación Española de Restaurantes que viajó a Bosnia entre el 23 y el 25 de diciembre para dar una opípara cena de Nochebuena a los cascos azules españoles allí destacados. A su regreso a Madrid, cuenta que en Sarajevo los resplandores artilleros le hicieron pasar algo de miedo, "pero la satisfacción de alimentar a nuestros muchachos nos hizo sobrellevar bien el trance. Me siento completamente feliz", confiesa alborozado. Pantagruélicos aperitivos, langostinos, cochinillo y pavo, todo ello regado con vinos, cava y champaña en espléndida pro...

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ha sido uno de los 26 restauradores españoles de la Federación Española de Restaurantes que viajó a Bosnia entre el 23 y el 25 de diciembre para dar una opípara cena de Nochebuena a los cascos azules españoles allí destacados. A su regreso a Madrid, cuenta que en Sarajevo los resplandores artilleros le hicieron pasar algo de miedo, "pero la satisfacción de alimentar a nuestros muchachos nos hizo sobrellevar bien el trance. Me siento completamente feliz", confiesa alborozado. Pantagruélicos aperitivos, langostinos, cochinillo y pavo, todo ello regado con vinos, cava y champaña en espléndida proporción, compusieron el menú."Les llevamos turrón y mazapanes en cantidad suficiente como para hartarse hasta marzo", señala. Se siente orgulloso de haber realizado con sus compañeros restauradores y cocineros el viaje en un avión Hércules del Ministerio de Defensa, institución con la que llevaba dialogando -con altibajos derivados de la obsesión por la seguridad de la tropa y viajeros- desde el pasado mes de septiembre para culminar su propósito logrado.

"La armonía entre los 26 restauradores españoles que viajamos allí fue perfecta. Todos nos sentimos honrados y halagados por los soldados, oficiales y jefes españoles. A mí, incluso, los soldaditos me mantearon y me bautizaron de champán", narra divertido. Varios cascos azules franceses que deambulaban por las inmediaciones del acuartelamiento español para ver qué trasegaban fueron sentados por él a la mesa española, y "se pusieron las botas con el cochinillo. No sabían más que repetir merçi, merçi. Todo ha sido inolvidable. Lo volveríamos a hacer cien veces", sentencia emocionado.-

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